Perú, en elecciones permanentes y sin soluciones de cambio

Renán Gorriti

En el Perú, la población y los políticos, siguen corriendo una maratón imparable-sin descanso- entre luchas políticas y electorales, para tomar el poder y seguir saqueando sus riquezas, las que además no se han devuelto nunca. Con ese dinero compraríamos tres veces un Perú. No estamos en la ruta del desarrollo ni del crecimiento hacia adelante sino hacia atrás, una involución como apunté en un balance de hace 50 años con el fracaso de sus causantes: El Odriísmo, el Aprismo, el Acciopulismo , democristianismo,  y el  fujimorismo de toda una década(1990-2000) que se quieren reeditar para su cosecha sin beneficios para la población. No incluyo a las Fuerzas Armadas, ni a la izquierda que no fue ni es gobierno por sus recetas y métodos erráticos. El tema político, el tema jurídico o de leyes chuecas sin justicia, la ausencia de buena legislación, el estado de derecho, y los reglamentos mal hechos y aplicados con trampas, hasta la descomunal montaña de numerosos enredos, moras y trámites, ha desplazado nocivamente al tema económico que es lo fundamental (nunca hubo un congreso económico) con grandes desequilibrios sociales, económicos que nos manda a la pobreza, a la miseria, y a la vileza.

Es por todos conocido que nuestro país no produce prácticamente nada en relación al extenso y rico patrimonio que tiene, el mismo que es desperdiciado y mal utilizado a causa del amarre, el egoísmo, las barreras económicas, las psicológicas y sociales que se imponen. Y sobre todo, por la calamidad generalizada cual un cáncer a falta de educación de calidad, que es negada sistemáticamente en lo público y privado, porque, como simples exportadores de materias primas se nos mantiene en el atraso y pobreza de un submundo feudal y surrealista, del que no salimos.

De otro lado, hablamos de nuestros grandes y diversos recursos y gentes que sobran por trabajar, por hacer. Y estudiar y trabajar. Porque no es tiempo de ideologías sino de economías y de la era del conocimiento. Porque quien tiene la información se empodera y gobierna. Antes, los adelantos eran solo privilegio de Lima y sus señoritos, y hoy, ellos están esquilmando en todas las regiones del Perú. ¿Adelantos para quién?  Para los corruptos que han salido y se han robustecido de las oligarquías locales. Y que, en vez de un cambio de rumbo, han profundizado -a falta de presencia de Estado- la corrupción, una vida cara, una distribución sin equidad y una salud y educación que no maciza su producción y su avance al desarrollo. Nadie ha puesto el dedo en la llaga del Ministerio de Economía y los intereses de grupo dentro de él. 

Tras la dictadura de Fujimori del 90 al 2000, reanudamos las viejas taras y peleas entre peruanos que vienen del incanato y culminaron con la muerte de Huáscar y Atahualpa, quiénes entre sus peleas internas debilitaron el imperio incaico y se aniquilaron torpemente en su fratricidio entregando en bandeja nuestra cultura -una de las 6 más importantes de la humanidad- al aventurero Pizarro y a los conquistadores. Patrimonio natural, cultural y humano que fue destruido y la riqueza saqueada en favor del Rey español. Manco Inca, el gran rebelde, quiso recuperar el imperio y nuestra identidad y vanamente su lucha fue desigual llevando al exterminio de su causa, de él mismo y su población incaica. Tremendo regalo que sirvió para que los Pizarro y demás españoles de la conquista consolidaran la Colonia de 40 Virreyes y después, la conquista y virreinato y los enclaves económicos que nos hicieron dependientes, posteriores a ella.

La reforma electoral es clave y debe reformarse por ley natural del cambio. La actual no puede catapultar a los del viejo menú retrógrado. Elegir por voto universal al Presidente del PJ y Fiscal de la Nación. Que participen en los veredictos los jurados populares y no el juez. La justicia debe fluir y no ser embalsada como lo está ahora creando corrupción, inequidad y una tramitología que nos carcome entre multitud de papeleos y coimas, no solo en el PJ sino en todos los estamentos del Estado. ¡Hasta cuándo, peruanos?