Tejer la paz

Jorge Morelli

Ganar la paz y no solo la guerra ha sido siempre el secreto. 

Para hacerlo hay que remendar, coser lo que se ha rasgado. Tejer es la metáfora que usan los pueblos andinos desde siempre. ¿Qué hacía Pachacútec, si no, cuando llevaba y traía pueblos enteros para que enseñaran lo que sabían hacer mejor que otros, ya fuera tecnología agrícola o ingeniería hidráulica para controlar el agua de los Andes? Mítimaes les hemos llamado nosotros, sin entender bien qué es exactamente lo que el gran Inca estaba haciendo. Tejía una sociedad y una economía más grandes. Cosía lo rasgado donde hubo guerra. 

No es diferente la nueva hermandad de Ica con Huancavelica, que permite llevar el agua de la cuenca arriba al desierto abajo. 

La manera de coser lo rasgado por la guerra es la propiedad cruzada. ¿Qué hizo Leguía al conseguir la propiedad privada del terreno del Chinchorro en Arica para el Estado peruano? ¿Qué hizo Fujimori cuando otorgó al Estado ecuatoriano en propiedad privada el kilómetro cuadrado de Tiwinza? La propiedad privada es el secreto. No la soberanía sobre la tierra, que detona los conflictos.

La propiedad privada de los Estados necesita ser recíproca para poder ser la costura resistente de una paz duradera. Se trata de crear intereses cruzados. Lo mismo vale para los gobiernos subnacionales: las regiones de la Sierra del  Perú deben tener interés en invertir en su región vecina de la Costa, y viceversa. Esto depende de asegurar la propiedad privada en general, lo mismo en una región colindante que en un Estado vecino. 

Lo que vale para Latinoamérica vale también para todas las economías emergentes del planeta, incluyendo las del atormentado Oriente Medio. Los norteamericanos cosen hasta hoy el mosaico de un kilt uniendo retazos de telas de colores. El plan de 50 mil millones de dólares que Jared Kushner, el yerno de Donald Trump, ha llevado a Palestina e Israel, a Egipto y Jordania para desarrollar toda la región, no está siendo comprendido. Los palestinos exigen una «solución política” y rechazan una económica. Es un malentendido que confunde la propiedad con la soberanía. El malentendido impide usar el instrumento de la propiedad privada para coser la paz que la guerra ha rasgado.

El plan necesita crear intereses cruzados de un país en todos los otros. La propiedad privada es la clave. Pero necesita ser no solo titulada, sino titulizada, no sólo asegurada, sino securitizada, para que tenga valor de mercado en los mercados de valores globales. Ese es el misterio del capital, que Hernando de Soto explica. 

Es también el mensaje nunca escrito del Perú antiguo, que no se comunicaba escribiendo sino tejiendo. Es el legado de Apo Capac Pachacútec Inca Yupanqui Intichurin, el instrumento con el que se fundó el Tahuantinsuyo desde Colombia hasta la Argentina. ¿Cómo, si no tejiendo la paz, habría podido hacerse en menos de cien años? Es la fórmula que el Perú puede alcanzar a los pueblos de todo el planeta.