Imposturas y bicentenario republicano

Sergio Tapia

El Estado no se dispone a celebrar el bicentenario de la fundación republicana. A escasos dos años del acontecimiento celebratorio, nada hay anunciado. Tampoco hay mucho margen para el optimismo, no es de esperar que aparezca algo que transforme las sombrías vísperas recordatorias de la Independencia Republicana que la Nación padece. Lo más probable es que el bicentenario republicano sea honrado mucho después de la fecha del suceso.

Ensombrece y dificulta el ánimo para festejar doscientos años de República, la profunda crisis de hombres; de aquellos que precisamente integran las principales instituciones del Estado republicano.

La ciudadanía es muy desinteresada de la cosa pública. Apenas cumple el deber de votar, en razón de ahorrarse el pago de la multa. De no existir tal sanción es muy probable que los establecimientos electorales estarían desiertos durante los comicios.

Es esta representación inorgánica, lo que hace que la ciudadanía no conozca, ni pueda controlar, ni se sienta representada por la clase política, tanto la del Parlamento como la del Ejecutivo.

La moralmente decrépita magistratura, judicial y fiscal, así como también de los demás organismos constitucionalmente autónomos que administran justicia o nombran magistrados, no tiene solución, aún.

Las personas que entre su mediocridad y las corruptelas que en ellas anidan, han denigrado al Estado, disminuyéndole su majestad, e incapacitándolo para que ya no ejerza soberanía, exponen a la Nación a los dictados injustos e ideologizados de los funcionarios y comisiones de organismos internacionales y cortes internacionales. Mostrando al Estado en lastimosa apariencia, con lamentable deformación y en desgraciada imagen.

Sin embargo, al interior, con proyección a la sociedad nacional, el Estado se yergue como totalitario y absolutista ante los padres de familia y los ciudadanos que repudian la ideología de género. En respuesta el Estado impone el positivismo jurídico, para que sus leyes “creen” derechos, ya no limita a la ley tan solo a reconocer los derechos naturales de la persona. La ley es ahora un modo de inventar derechos, y de subvertirlos, para transformar los delitos de ayer en derechos hoy.

Para los festejos del centenario, en 1921, hubo obra civil reconstructiva de la ciudad de Lima, de la que hasta ahora nos vanagloriamos, como nuestra Catedral, plazas, avenidas, parques y monumentos. Pero, para el bicentenario, el 2021, no se asoma ningún emprendimiento reconstructivo.

Dentro de dos años concluirá el actual ciclo gubernamental, si no es antes, porque por la pugna entre el Ejecutivo y la representación parlamentaria, podría alentar a algún entusiasta que pretenda fagocitar al otro. No hay ni optimismo, ni esperanza en el Ejecutivo ni en la representación parlamentaria. La ineficacia del Ejecutivo ha llegado al culmen debido al alto grado de contaminación ideológica y por la carencia de cuadros aptos para gobernar. Esa combinación en la burocracia estatal -ideología y mediocridad-, engendra males y no da frutos. De otro lado, el Congreso, perdió la sintonía con el mensaje electoral ciudadano, mayoritariamente preocupado por los vaivenes gubernamentales hacia las izquierdas y las crisis que estas siempre ocasionan. Los partidos sufren descomposición estructural manifiesta, cuya gravedad es de consecuencias aún impredecibles.

Desde aquí mi reconocimiento y felicitación a muchos peruanos, reunidos en grupos de trabajo y grupos de estudio, de todas las edades. De su seno saldrán nuevas figuras señeras, que preservarán la identidad nacional y fortalecerán el revisionismo histórico para fundamentar el develamiento y toma de conciencia cívica de nuestro Ser Nacional.