Panamericanos Paraquemanos

Ernesto Pinto Bazurco Rittler

No tengo nada contra los juegos Panamericanos. Es más, aplaudo los Paraparamericanos. El deporte es sano y felicito a los participantes que derramaron sudor y lágrimas y fueron evaluados, así como premiados. Ahora resulta necesario evaluar también a los organizadores, más aún cuando se promueve la idea de que quienes hicieron los Panamericanos pueden dedicarse a obras de reconstrucción en el país. ¿Qué tiene una cosa que ver con la otra? Pues, administrar mucho dinero y la posibilidad de ganarse amigos, socios, y  un alguito al menos en influencias.

Comparemos: El presupuesto para los Panamericanos de Santiago 2023 es de US$ 400 millones. Es decir, un tercio de lo que costaron los de Lima 2019. Y no solo es de dinero público. Además, el ingreso per cápita de un chileno es casi el doble de un peruano. Entonces le afectaría en forma mínima.

Eso es información a la que todos tienen derecho. Lo que sucedió en el Perú con los Panamericanos fue más bien propaganda. Se adujo que quien no estaba de acuerdo con estos juegos, era un opositor político. Salieron encuestas en las que –por supuesto- una mayoría aprobaba estos juegos. Así como titulares   sospechosamente coincidentes “fueron los mejores juegos en la historia”. Posiblemente si: para quienes tuvieron un éxito económico.

Otra hubiera sido la opinión los limeños si se les informara certeramente sobre las pérdidas sufridas por el costo en combustible en los desvíos de tránsito, más las horas de trabajo perdido, así como el costo de las veinticinco mil multas impuestas. Todavía en nuestro país prevalece el elogio al castigo, y no la crítica a quien inventa normas con fórmulas complejas para “hacer caja”.

Más aún, el rechazo sería masivo si se hubiera informado que a cada habitante de Lima este juego, o jugarreta de millones, le ha costado cerca de quinientos soles. La cifra no es inventada: cinco mil millones gastados, divididos entre los diez millones de habitantes que tiene nuestra capital hubieran arrojado esta suma. Imagínese el beneficio para una familia de siete hijos si se les diera cuatro mil quinientos soles.

En tiempos en que se juegan esfuerzos panamericanos en la lucha contra la corrupción, resulta ético preguntar también quién paga los departamentos que se regalaron a los deportistas, y a qué constructora pertenecían.  ¿Acaso a los deportistas de los Estados Unidos de América -que ganaron diez veces más medallas que los peruanos- en su país se les regala departamentos? 

Si se analiza los panamericanos desde el aspecto deportivo, debería informarse cuantas marcas mundiales se batieron. Un estudio serio daría por resultados que hubiera sido mejor invertir recursos –en vez de espectáculos- en combatir la anemia y la tuberculosis infantil, para lograr en el futuro mejores deportistas.

Acá se movió más dinero público que en la construcción de hospitales.  ¿Por qué los juegos duraron tantos días? ¿Qué razón habría para hacer costosos espectáculos no deportivos?   No nos vengan ahora con el trillado argumento de que “el Perú estuvo en los ojos del mundo”. Claro: en los ojos de los que se llevan las ganancias, especialmente de actores económicos extraños o extranjeros.

En concreto, en momentos en que la económica peruana pasa por su peor momento es importante saber de dónde vinieron los miles de millones que se gastaron y especialmente conocer a que manos pararon. Entonces los peruanos esperamos una explicación.