Macro razones para los micro infiernos de la vida cotidiana

Hernán Garrido Lecca

No hay peor ciego que el que no quiere ver. El deterioro de la situación económica es evidente. Las cifras así lo demuestran. El propio BCR que hace un año anunciaba un crecimiento de 4.2 por ciento para el 2019, hoy ya ajustó esa cifra a 3 por ciento (resintiéndose aún a decirnos la verdad pues el BBVA ya ajustó su estimado a 2.5 por ciento). Al 30 de junio, el uso de tarjetas de crédito se había incrementado en 14.7 por ciento lo que es casi 5 veces el crecimiento de la economía. A esa misma fecha, la deuda pública alcanzó su nivel más alto en los últimos 10 años, luego de 6 años seguidos de déficit fiscal. A julio, la inversión pública había caído 7.45 por ciento, confirmando la absoluta incapacidad del gobierno para administrar el Estado. Según el oficialistaEl Comercio, en los últimos 5 años se devolvieron al Tesoro Público, en promedio, S/. 22.320 millones anuales por falta de ejecución. Eso, en un país como el nuestro, es un crimen.

A veces es difícil entender la conexión entre esa incapacidad y las angustias de la vida cotidiana de la gran mayoría de peruanos. El gobierno del Presidente Vizcarra y sus aliados mediáticos, nos distraen con grandes sacha-cruzadas y anuncios de reformas políticas (algunas aprobadas pero tampoco ejecutadas, también por incapacidad) y solo cuando nos enteramos que han muerto 1.291 bebés en nuestros hospitales o que en 23 regiones se ha gastado a agosto menos del 50 por ciento del presupuesto de medicinas, vemos un atisbo de la conexión entre las variables macro-económicas y los micro-infiernos de la vida cotidiana.

Veamos, por ejemplo, el impacto de la incapacidad del gobierno sobre la salud de todos los peruanos. Para empezar, con los S/. 22.320 millones que, en promedio, anualmente se han devuelto al tesoro en los últimos 5 años, se podría cubrir el 73 por ciento del déficit de infraestructura de agua o el 22 por ciento del déficit de infraestructura de saneamiento de todo el Perú. El Banco Mundial estima que por cada sol invertido en agua y saneamiento, el país ahorra 6 soles de gasto en salud: la primera línea de defensa de la salud pública es la provisión de agua y desagüe de calidad. Ahora bien, con esos mismos 22.320 millones de soles podríamos haber cubierto el 26 por ciento del déficit de infraestructura en salud. Los cálculos no son míos, son de El Comercio en base a información del MEF. El resultado de la incapacidad: según la Cámara de Comercio de Lima, la modernización de equipos médicos en el Perú tiene un retraso de 10 años respecto a Chile, Colombia y Ecuador.

En este contexto y también por incapacidad de gestión, los hospitales no solo dan un servicio inhumano sino que ni siquiera cumplen con atender las horas que corresponden. La Contraloría General de la República realizó una inspección a los centros médicos estatales y encontró que el 28.8 por ciento de 248 establecimientos de salud no cumple con atender las horas programadas para la consulta externa y el 26.45 por ciento de los mismos no cuenta con los recursos humanos que la norma técnica requiere para atender emergencias. Fuera de Lima, la situación es aún mucho más grave: en Lambayeque y Junín, el 99.1 y el 85.8 por ciento, respectivamente, de las citas de consulta externa no se cumplen; en Puno y Ayacucho, se encontró 166 y 179 por ciento, respectivamente, más de pacientes en camillas, sillas de ruedas y pasadizos que en las camas de emergencia de los centros médicos (léase: colapso total de las emergencias). ¿Y sabe usted qué es lo peor? Para esconder su incapacidad, el gobierno ha optado por disminuir en 22 por ciento el presupuesto para la compra de medicinas y bienes para el año 2020 (cifra de La Asociación de Contribuyentes).

El 70 por ciento del gasto en salud de los peruanos es medicamentos. En este rubro, la situación es verdaderamente dramática: tenemos un monopolio de facto en el rubro de farmacias que, por la propia lógica de una empresa privada, ha creado un sistema de incentivos perversos que condiciona el comportamiento de sus colaboradores en los puntos de venta para que maximicen márgenes a costa del bolsillo de los pacientes. Lo más grave de esto es que bastaría que el MINSA maneje eficientemente sus compras y la distribución de medicamentos en los 7.500 establecimientos de su propia red para que el impacto de ese monopolio fuese minimizado;pero por pura incapacidad de gestión, el gobierno no lo hace. El consumidor-paciente quiere genéricos de calidad a precio justo pero el gobierno no es capaz de imponer la intercambiabilidad como norma para la venta de medicamentos genéricos cuando México ya tiene este sistema al 100 por ciento, Chile terminará el año con 190 medicamentos genéricos perfectamente intercambiables por los de marca y Colombia ya apunta a los 90. ¿Sabe usted cuántos tiene el Perú? El Perú tiene 7 medicamentos genéricos que los pacientes pueden comprar sabiendo que son de calidad, que tienen el mismo efecto que uno de marca. En el Perú, los pacientes no tenemos cómo saber si un genérico nos va a funcionar o es simplemente barato porque es “bamba”.

El Perú tiene el mismo gasto per cápita que Malasia. Sin embargo, Malasia tiene estándares de salud pública comparables a la Unión Europea. Algunos de los indicadores de salud pública del Perú son comparables con los de Haití o países africanos. Más plata para la salud pública siempre ayuda, pero el principal problema no es la plata sino la gestión: la incapacidad para gobernar, la falta de oficio para la cosa pública.

Como usted puede concluir de estas líneas, la conexión entre el deterioro de los grandes agregados económicos y las miserias de la vida cotidiana es mucho más directa de lo que solemos creer cuando, simplemente, no queremos ver.