El otro rostro del poder

Charles Philbrook

Conocí a Ronald Reagan en los años 80, en su primer periodo de gobierno.  Muchos años después, 20 para ser exactos, llegaría a conocer y a hacerme amigo de alguien que trabajó con él en la Casa Blanca, mi buen amigo Mark, que fue uno de los que le escribían al “gran comunicador” sus discursos.

En los 80 no existían los iPhones.  No existía WhatsApp.  Una carta bien escrita bastó para que tuviera una reunión con él que no duró ni 20 minutos. Mi padre nunca supo de la reunión.  Ya murió hace 20 años.  Es y será mi héroe.  U.S. Marine, peleó en Corea el 52, diplomático norteamericano, oficial de la CIA en asuntos africanos (hablaba muy bien el swahili), y exitoso empresario, multimillonario, hasta que quebró.  Después se hizo marxista.  Tanto he aprendido de él, de sus ideas, sueños, pero, sobre todo, de quienes profesaban junto a él esas ideas que yo como libertario siempre he tratado de entender.  De entender por el amor que por mi padre y por sus grandes amigos siempre guardo.

De Reagan guardadas quedaron dos frases que siempre las usó.  Yo primera vez que las escuchaba.  Era el emperador romano a quien yo al frente tenía.  El socialismo funciona muy bien solo en casa.  Y la otra: Fracasa cuando se acaba el dinero.

Esto es algo que mis amigos de izquierda no logran entender.  No logran entender porque no quieren entender.  Todo proceso de creación de riqueza requiere de un empresario, que arriesga su inversión, y de un trabajador, que no arriesga nada.  Esta dicotomía en cuanto al riesgo concierne es fundamental para entender por qué el capitalismo, como sistema político y económico, es exitoso cada vez que en un país se aplica.  El Hong Kong de hace 30 años no era ni sombra de el país que hoy es.  Los problemas que hoy enfrenta tienen que ver más con Pekín que con un cambio de ´modelo´ económico.  Todo lo contrario.  Quizás su Constitución sea la única en el mundo que reconoce tácitamente el capitalismo como sistema económico.  Y mal no les ha ido, sarcasmo de lado.

Voté por Reagan.  Votaría por alguien como él.  Después de esa reunión nunca más lo volví a ver.  Haz de tus adversarios amigos.  Todos tenemos algo que nos une, compartimos la misma especie.  Eso y más, un día como hoy, aprendí del emperador de Roma.