

En el año 2005, por circunstancias de participar en un evento internacional visité la ciudad de Caracas, capital de Venezuela, me quedé sumamente impresionado por la modernidad, crecimiento económico, ingresos medios y altos crecientes en su población. Los pobladores llenaban el tanque de gasolina de sus vehículos con un dólar. El país tenía la capacidad suficiente para importar los bienes y servicios que demandaba el mercado, insumos y maquinaria para la industria, etc. Existían las reservas internacionales suficientes para financiar las importaciones crecientes, con recursos provenientes, por supuesto, de la exportación de petróleo, dadas las enormes reservas de hidrocarburos con los cuales cuenta el país llanero. Claro, Venezuela era el cuarto país con mayores reservas de petróleo en el mundo y dichos recursos le proporcionaban los ingresos suficientes para cubrir sus demandas internas.
Han pasado tres lustros, de aquella visita, y ahora Venezuela está envuelta en una de sus mayores crisis económicas, sociales y políticas, que han convertido a un país rico, inmensamente rico, en uno casi miserable. Qué pasó en el ínterin, creo en apretado razonamiento, que es el resultado de las erradas políticas económicas implementadas, creciente y agobiante monopolio estatal, nacionalizaciones y estatizaciones. Fracaso de la gestión en empresas públicas, que generaron grandes déficits fiscales y cuasi fiscales, por los controles de precios. Emisión inorgánica, hiperinflación, recesión productiva. Corolario: deterioro de las condiciones de vida de la población, altos niveles de pobreza.
En la última década, algunos indicadores resumen el colapso. Una drástica reducción en la producción de petróleo que cae en -78,5% en los últimos ocho años, de 2,8 millones de barriles diarios en el año 2012 a 0,6 millones de bd en el 2019, según la Organización de Exportadores de Petróleo -OPEP. Las reservas internacionales netas de Venezuela cayeron en 72% entre los años 2012 y 2019. En el 2012 alcanzaron la cifra de 29,890 millones de dólares se redujeron a 8,300 millones en el mes de agosto de 2019. Según en el Banco Central de Venezuela. Tanto el Fondo Monetario Internacional como el Banco Mundial estiman que la inflación para fines del año 2019 alcanzará los 10 millones por ciento, impresionante. Nos hace recordar las altas tasas inflacionarias de los países de la segunda guerra mundial como Alemania, Austria o Yugoslavia, con inflación de cerca de 30 mil por ciento mensual. O las hiperinflaciones de Nicaragua, Bolivia o Perú de la década de los 80´ del siglo pasado. El FMI estima que el PBI de Venezuela a fines del 2019 caerá en -25%. Coincide con lo anunciado por el Banco Mundial que señaló que el PBI de Venezuela se contrajo en 17,7% en el 2018 y caerá en -25% en el 2019. Y según la Encuesta de Condiciones de Vida 2018, un 90% de los venezolanos no tiene suficientes recursos para comprar alimentos, y está en grave situación de pobreza. Tales los argumentos de la enorme y dinámica migración de población venezolana al mundo.
En tres años, más de 4 millones de venezolanos salieron de su territorio huyendo de la crisis, se vieron obligados a salir de su país dejándolo todo, familias, padres, hijos, en una desenfrenada diáspora que se esparció por el mundo. Si al Perú le tomo tres décadas para que tres millones de peruanos emigraran al mundo, a Venezuela le tomo apenas tres años para que cuatro millones de pobladores salieran a buscar mejor futuro. Por ello, es que la migración venezolana es una de las más impresionantes y dramáticas del mundo, por su velocidad, en los últimos años.
Sólo dos países, recibieron más de la mitad de la inmigración venezolana: Colombia y Perú. Países que han desplegado grandes esfuerzos institucionales para permitir la llegada de semejante carga poblacional en tan corto tiempo. Valoremos ello, porque al final de todo, está demostrado la migración internacional trae ventajas económicas y sociales en ambos lados de la ecuación. En el país receptor agrega mano de obre y capital humano que eleva el consumo y el PBI, y en el país expulsor, las familias que quedan reciben remesas de sus familiares que les ayuda a mejor vivir. A la larga, ambos extremos se benefician con la migración internacional, ejemplos existen en el mundo entero.
En el Perú residen ahora más de 860 mil venezolanos, gran parte de ellos en extrema vulnerabilidad, sobre todo los niños, niñas y adolescentes, que se estima en más de 150 mil menores de 18 años, que demandan, en prioridad, atención de salud, educación. Otra característica de la inmigración venezolana al Perú es su alto grado de concentración, el 87% de ellos están residiendo en Lima y el Callao, en la capital de la República. Y sólo en diez distritos de la capital residen cerca de la mitad de ellos. Lo cual es una presión adicional a los servicios que brinda el Estado en dichos territorios. Mayoritariamente la población venezolana, que es una población joven, esta insertada en el mercado del trabajo, es verdad mayoritariamente, más del 90% de ellos en sector informal. Pero es allí, este sector, que ha sido el mejor refugio ante la desesperada búsqueda de ingresos para sobrevivir. Evitemos la discriminación y el menosprecio, el Perú ha soportado el impacto inicial y ha logrado absorber a esta población vulnerable adicional, que la evidencia indica aportará al crecimiento económico del país. Más aún a la demografía ya que el impacto en la población, después de muchas décadas, ha generado un saldo migratorio positivo para el país. No olvidemos también que más de 3 millones de peruanos viven en otras regiones del mundo, ellos también se fueron huyendo del infortunio, no los olvidemos.