Hernando de Soto desafía la idea socialista de la desigualdad

Hernando de Soto
Jorge Morelli

Pone en duda las conclusiones de Thomas Piketty y otros “progresistas”.

 El socialismo es una sobre simplificación y una sobre estimación de la capacidad del Estado para corregirlo.

El catalizador del debate actual sobre la desigualdad fue el ampliamente celebrado libro del 2013 “Capital in the Twenty-First Century” (Capital en el siglo XXI), del economista francés Thomas Piketty. El best-seller de Piketty examinó la desigualdad de riqueza e ingresos en Europa y Estados Unidos desde 1700. El libro argumentó que la distribución desigual de la riqueza es una característica «mecánica» del capitalismo y predijo que la desigualdad solo continuaría aumentando, lo que llevaría a la inevitable miseria, violencia y guerra.

El economista peruano Hernando de Soto montó un fuerte desafío a los supuestos fácticos básicos de Piketty y a su conclusión apocalíptica en un artículo muy discutido del 2015. (…) De Soto criticó a Piketty por extrapolar los indicadores europeos a los países en desarrollo… Los resultados, argumentó, habían sido engañosos, porque en tales países la gente a menudo produce y mantiene su capital de manera informal, evitando que se registre en las estadísticas oficiales.

Por ejemplo, en el 2004, un equipo del ILD fue de puerta en puerta en Egipto recolectando datos de ingresos y riqueza. Descubrió que casi 22.5 millones de trabajadores en Egipto ganaban no solo US$ 20,000 millones en salario y US$ 18,000 millones en retornos sobre su capital no registrado, sino también que los trabajadores egipcios poseían un estimado de US$ 360,000 millones en bienes inmuebles no registrados. Según De Soto, Piketty, que solo miraba las estadísticas oficiales y extrapoladas, se había perdido todo esto.

Un artículo más reciente, en una de las últimas ediciones de The Economist, describe una nueva investigación que desafía aún más los supuestos subyacentes al trabajo de Piketty. «Un reciente documento de trabajo de Gerald Auten y David Splinter, economistas del Tesoro y del Comité Conjunto de Impuestos del Congreso, respectivamente, llega a una nueva y sorprendente conclusión», dice el artículo. «Se da cuenta de que, después de ajustar impuestos y transferencias, la participación en los ingresos del 1% superior de Estados Unidos apenas ha cambiado desde la década de 1960″.

En su refutación a Piketty, De Soto, citando la investigación de ILD sobre el Medio Oriente y África del Norte, concluyó que los levantamientos recientes en esas regiones no estaban dirigidos contra el capital sino a la atención de las demandas de más capital. De Soto cita la autoinmolación del ciudadano tunecino Mohamed Bouazizi, que desencadenó la Primavera Árabe en el 2010, como el ejemplo por excelencia de estas rebeliones a favor del mercado.

Bouazizi no era un trabajador desempleado como afirmaban muchos comentaristas europeos; era dueño de un negocio cuya queja era que los funcionarios corruptos le habían prohibido la actividad comercial. ILD entrevistó a otros autoinmoladores que habían sobrevivido. Todos habían sido impulsados​​a intentar suicidarse por la expropiación del poco capital que tenían. Para De Soto, entonces, la raíz de la miseria y la violencia no es el capital sino la falta de él. Lo que frena el desarrollo en los países pobres es la incapacidad de construir y proteger la riqueza.

La solución de De Soto a este problema es modesta: propone un sistema de registros de propiedad de acceso público. La solución de Piketty es, previsiblemente, mucho más grandiosa: en el libro que lo volvió famoso por primera vez, aboga por un impuesto a la riqueza global de hasta el 2% junto con un impuesto progresivo a la renta de hasta el 80%.

En su libro más reciente, “Capital and Ideology” (Capital e ideología), actualmente disponible solo en francés, recomienda un impuesto del 90% a la riqueza para detener la cada vez mayor crisis de desigualdad, y se queja del “propertarianism» (de la palabra property o propiedad), es decir, del “absoluto respeto por la propiedad privada” todavía arraigado en las democracias sociales.

Quizás el contraste clave entre Piketty y de Soto radica en su análisis de la riqueza misma. Piketty trata la riqueza como esencialmente material. Para de Soto se trata más de la mente que de la materia. Él cree que, dadas las condiciones adecuadas, la riqueza total crecerá sacando a más y más personas de la pobreza y, según espera, mandando las teorías de Piketty al montón de cenizas de la historia.