Monseñor Castillo: un lugar de visita al Señor

Federico Prieto Celi

El Arzobispo de Lima, Mons. Carlos Castillo Mattasoglio, afirmó en la Asamblea Sinodal Arquidiocesana: ‘Iglesia de Lima, a ti te digo ¡Levántate!’, realizada del 6 al 8 de enero, que “nadie se convierte con el Sagrario”. Horas después aclaró que debía hacer una atingencia en el sentido de que “ante el Sagrario no se encuentra la vocación, la vocación se encuentra en la vida. Y el Sagrario, como saben ustedes, es el lugar de visita donde está la presencia permanente del Señor en las formas del pan y el vino, y ahí la presencia real”. (cfr. video publicado en el canal de Youtube del Arzobispado de Lima).

Lo sabemos bien los limeños que tenemos la suerte de que nuestras parroquias tengan al lado una capilla del sagrario, donde podemos entrar unos minutos para saludar al Señor en el Sagrario, darle gracias, adorarlo, pedirle algo o simplemente acompañarlo. No en vano se ha llamado a Lima “Ciudad Eucarística”. Cuantas veces, cuando hemos visitado un templo evangélico, lo hemos sentido vacío, porque no había sagrario y, en consecuencia, el Señor Sacramentado no presidía la sala. Las capillas del Santísimo de Lima están siempre acompañadas por fieles que rezan tranquilamente el tiempo que quieren, porque sienten la presencia de Dios en ellas.

La presencia de Jesús en el sagrario de las iglesias impresiona. Veamos un caso extremo, de esos que san Juan apóstol y evangelista llamaría ‘signo’. Cuando en 1995 san Juan Pablo II pasó por el Seminario de Santa María en Baltimore, en los Estados Unidos, quiso hacer una visita personal privada a la Capilla con el Santísimo Sacramento. Inmediatamente, la seguridad del Sumo Pontífice revisó todo el edificio, llevando perros adiestrados para encontrar personas entre los escombros. Los perros se detuvieron ante el Sagrario de la Capilla y se quedaron inmóviles, con la mirada fija, oliendo y rehusando abandonar su sitio, tal como estaban entrenados a reaccionar si descubrían personas vivas entre escombros. Los animales no tenían dudas: alguien estaba escondido en el Tabernáculo… Los perros sólo salieron del lugar cuando recibieron una orden específica de sus entrenadores. (cfr. sitio web norteamericano “America Needs Fatima”. La fuente citada es un artículo del Padre Albert J. Byrne titulado “Nature’s Evidence of the Real Presence”).

Mas humanos, por así decir, son dos conversiones narradas por los mismos conversos, que tienen un momento señalado en su contacto con el recinto sagrado de la iglesia, de la capilla y del sagrario. André Frossard es un escritor francés que fue educado en un ateísmo total. Su padre, Ludovic-Oscar Frossard, fue diputado y ministro durante la III República y primer secretario general del partido comunista francés. André Frossard encontró la Fe a los veinte años, de un modo sorprendente, en una capilla del Barrio Latino, en la que entró ateo y salió minutos más tarde ‘católico, apostólico y romano’ (Dios existe, yo me lo encontré). Y Sohorab Ahmari es un periodista irano-americano que tuvo un itinerario espiritual muy largo y complicado, en el que sin embargo uno de sus hitos iniciales fue, no sólo la lectura del evangelio de san Mateo, sino la asistencia a una misa en una iglesia en Nueva York, en la que la consagración por el sacerdote franciscano le remeció espiritualmente, haciéndole revisar todo su pensamiento y su comportamiento, hasta llegar al bautizo en la Iglesia católica (Fuego y Agua).

Se podría traer a colación de la enseñanza del arzobispo de Lima, para respaldarla, unas palabras escritas por San Juan Pablo II: ‘Es hermoso estar con Él [Jesucristo] y, reclinados sobre su pecho como el discípulo predilecto, palpar el amor infinito de su corazón. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el «arte de la oración», ¿cómo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversación espiritual, en adoración silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santísimo Sacramento? ¡Cuántas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!’ (Ecclesia de Eucharistia, 25).