Ha pasado cerca de medio siglo desde la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing 1995), donde se trazaron objetivos y metas sobre la necesidad de avanzar en el empoderamiento de la mujer y convertirla en acción de cambio. Aspecto necesario para impulsar el desarrollo de sociedades justas e igualitarias, en materia de género, dadas las disparidades y brechas aún existentes. Hay avances, pero las distancias aún son enormes. El desarrollo integral, global, está íntimamente vinculado al avance de las mujeres en la vida pública y privada, ya que sin paridad en las responsabilidades, derechos y obligaciones poco se avanzará en la consecución real y democrática del progreso universal, más aún en el cumplimiento de la visión 2030 del desarrollo sostenible.
Es necesario avanzar sin temor y superar sociedades arcaicas, conservadoras, machistas, buscando disipar nítidas disparidades entre hombre y mujer, que aún conmueven a las sociedades.
Lograr mayor espacio y autonomía de las mujeres en áreas consideradas críticas: física, económica y toma de decisiones, es motivo de reflexión en esta fecha, dado que aún en el mundo vivimos cotidianamente el drama de la segregación, incluso marginación de la mujer en diversas facetas de la vida cotidiana. En el Perú y en muchas partes del mundo dichas distancias son inaceptables, en momentos de crecimiento económico y desarrollo, alcanzado con buenas políticas, también con sobre saltos, pero avances al final. El estado de situación de las brechas de género, no se condice con las condiciones materiales alcanzadas.
No existe justificación para una alta incidencia de la mortalidad materna, o porcentajes elevados de embarazo y maternidad en adolescentes. La existencia de empleo precario para la mujer, o la sobre explotación en el propio hogar dada la concentración del trabajo doméstico no remunerado. Deleznable aún, la creciente violencia de género, incluso muerte. Por ello, es que el objetivo es avanzar en ese norte, sin extremos, para disminuir las desigualdades y avanzar en la mayor autonomía de la mujer, es imprescindible, dados los miles de ejemplos de injusticia, de inequidad en el uso del poder, en el uso de los recursos, de los ingresos, y de posibilitar la disminución de la desigualdad en el uso del tiempo entre hombres y mujeres, y aumentar el derecho de las mujeres a participar en todos los espacios de toma de decisiones.
Por ello, es que, este 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer, reflexionamos sobre los avances y retos. En el Perú, existen más de 16 millones mujeres, representan el 50,4% de la población total del país, una cuarta parte de ellas bastante jóvenes con menos de 15 años de edad, más de la mitad en edad fértil (15 a 49 años), pero que merecen mucho cuidado, porque representan ser madres, esposas, hijas, y en edad adulta mayor, el 13,2%, con 60 y más años de edad, entregados a la familia, a la crianza, a la mantención del hogar y la sociedad. Por ello este día, nuestro homenaje, por ser madres, hijas, soporte de la familia, de la sociedad, condescendientes, luchadoras como nadie, es poco el homenaje. El Día Internacional de la Mujer es un momento propicio para reflexionar acerca de los avances logrados con cambios hacia la igualdad y resaltar el papel desempeñado por las mujeres para su participación en todas las esferas de la sociedad en igualdad de condiciones con los hombres.
Estas breves líneas, en homenaje, reconocimiento a la mujer, por su diverso protagonismo, y por permitirnos sentir lo mejor de la vida, quién no tuvo a su lado una gran mujer, ahora con mayor compromiso para su vigencia y mayor empoderamiento, como se propugnó, con convicción, desde hace ya, medio siglo, aportemos a ello.