La coronatón

La humanidad asiste a la evidencia de su inmensa fragilidad social, a la incapacidad de la gestión global y a la escasez de ciertos valores fundamentales. No podemos seguir culpando a terceros de lo que somos y de lo que omitimos. Resulta evidente que tras esta pandemia hay que replantearlo todo o casi todo; ya será materia a tratar prontamente.

Tan sólo algunas menciones de actualidad y una propuesta.

La forma cómo se priorizan y gestionan los presupuestos públicos. Menos 5 % de los países tienen todo lo necesario para hacer frente a una amenaza real, exponencial y disruptiva como el Coronavirus.

La ausencia de mecanismos efectivos de la gran Europa comunitaria, llena de burocracia y de regulaciones que los interpela a tal punto que, a pesar de sus comunes obligaciones, nadie cooperó con los más necesitados de otro país en magnitudes significativas. La Unión Europea ha despilfarrado dinero escandalosamente y a la hora del gran desafío, no pueden actuar solidariamente y con efectividad. Seguimos explorando Marte!. ¿Estulticia o locura?, o simple estupidez!

Italia y España han elegido y reelegido autoridades que han desfalcado el fisco y ahora no tienen lo indispensable y urgente. Dramático y apena muchísimo, pero no hay mea culpa y así resulta patético.

En nuestro país ha sucedido lo mismo. La diferencia es que desfilan muchos por la fiscalía y los tribunales y el país reclama justicia, transparencia y reparación. No podemos perdonar a quienes nos han robado enormes  oportunidades.

Si en algo aún podemos hacer la diferencia, aquí y ahora, es rescatar algunos valores de nuestros ancestros andinos, o si no gusta la invocación hecha a lo nuestro, a lo que motivó al sapiens a dejar de ser nómade construyendo su primera aldea. La forma básica de organizarse fue, y sigue siendo en los estratos de extrema pobreza, la cooperación y la solidaridad. Nuestro Apu prioriza lo que es común a su tribu y no el beneficio individual.

Ante la emergencia nacional sin precedentes, debemos revivir experiencias de grata recordación focalizándonos en los más necesitados a todo lo ancho del país.

Los grandes medios, y en forma virtual, podrían convocar una Coronaton para recaudar fondos de empresas y de personas, que los bancos se pongan a disposición y siembren un capital semilla, que las empresas de telefonía creen aplicaciones directas de donación de saldos en cada compra y que todo se ejecute con rapidez y transparencia contratando miles de cisternas de agua, repartiendo canastas familiares y demás.

Basta un dron para saber donde están los más urgidos. Un celular registrado en la cuarta etapa de mi Perú en Ventanilla o en las faldas más altas de los cerros, no necesita empadronamiento e inyectamos dinero directamente y sin dilación. Son evidentemente pobres y muy pobres.

También, quienes puedan donar en especies, condonar ciertos pagos por tres meses o más otros. Las personas naturales que tenemos seguridad económica podemos donar dinero y sin ninguna publicidad a la cuenta de la Coronaton.

Moros y cristianos debemos rescatar la solidaridad y la cooperación que vive por generaciones en la base popular, hacerla nacional y viral. No nos equivoquemos. Cuando acabe la cuarentena, las urgencias subsistirán. La Coronaton no es sólo un mecanismo. Podría ser forma más cruda de mirarnos al espejo, empresas y personas, y desnudarnos frente a nuestras propias conciencias y ser mejores personas.

Como aconseja don Quijote a Sancho:  “haz de procurar conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que pueda imaginarse…poner los ojos en quien eres”. Los peruanos estamos a prueba. Es la hora impostergable de la regeneración de valores y comportamientos, una suerte de renacimiento de la peruanidad. Ante la crisis, la oportunidad.