La deuda del Estado con sus ciudadanos

Lo peor de la peste no es que mata el cuerpo, sino que desnuda el alma –  frase meme erróneamente atribuida a Camus – grafica bien el momento que vivimos en tiempos de coronavirus.

La pandemia pone a prueba los sistemas de salud, pero esta pandemia en particular, a toda la economía global. Es una guerra mundial contra un enemigo invisible que produce bajas y obliga al refugio. Entramos a una economía de guerra. La humanidad enfrenta una crisis global, la mayor crisis de nuestra generación.  Pero como toda crisis genera también, enormes oportunidades. La emergencia puede impulsar cambios históricos. Aprobar bajo presión, bajo el costo de no hacer nada, iniciativas legales y tecnológicas que habrían tomado décadas y que ahora puedes ser aprobados en horas. Numerosos gobiernos están inmersos en experimentos sociales de gran escala en los que se confrontan nuevas formas de producir, trabajar y estudiar.

¿Qué sucede cuando todos trabajan desde casa y se comunican solo a distancia?  ¿Qué sucede cuando escuelas y universidades enteras se conectan?  En tiempos normales, los gobiernos, las empresas y las juntas educativas nunca aceptarían realizar tales experimentos.  Pero estos no son tiempos normales[1].

Esta asimetría perversa, esta disonancia entre Estado, sociedad y mercado vivido por década en el Perú se verá forzada a una rápida realineación.

Se tendrán que tomar medidas excepcionales ante preguntas evidentes: si la gente no sale a trabajar, si hay millones de microempresas, de informales y ambulantes que no venden por que el mercado está en cuarentena, si por sectores se rompe la cadena de producción y de pagos; ¿pueden los bancos exigir se paguen intereses y moras por créditos vencidos, con tasas de más de 50% anual y tasas de 40% por mora para pago fuera de plazo? Y lo mismo en el caso de pagos de luz, agua, servicios básicos, telefonía. Cuánto cuesta que la población más vulnerable reciba dinero como subsidio del Estado para paliar la emergencia. ¿Cuánto cuesta el peaje bancario en el Perú?

No estamos afirmando nada que no sea de dominio público. Somos un país con tasas de crédito entre las más altas del mundo y concertación bancaria probada (hay tesis doctoral sobre el tema) en una actividad privilegiada. La actividad bancaria está protegida por el Estado. Es la única empresa que tiene seguro, protecciones especiales y la posibilidad de generar créditos, colocar dinero y arriesgarlo en inversiones que pueden caerse (lo estamos viendo en este momento a nivel global). Pero a diferencia de cualquier empresa que pagan por sus errores, los bancos no. Si se equivocan el Estado paga. Si quiebran los accionistas no responden con su patrimonio personal como puede ocurrirle a cualquier empresario común. En otras palabras, cuando ganan, las utilidades se privatizan. Cuando quiebran las pérdidas se socializan. Este privilegio, estatus especial que tiene la Banca es universal. No ocurre solo en Perú sino en todo el mundo. Pero lo que sí es un hecho local único, es la manera como el Estado, proveedor de esos privilegios, se relaciona con la Banca.

Se suele creer que el dinero que depositamos en el Banco es lo que estos colocan en el mercado. Es en realidad una fracción mínima. El grueso de colocaciones son entradas y salidas en una hoja de balance; dinero que se compromete pero que no se tiene físicamente. Al anotar un crédito se le otorga disponibilidad de dinero bajo un compromiso de devolución con intereses que se saldarán en el tiempo que se pacte. Es dinero “creado” por el Banco como un asiento contable. El Estado debe velar por garantizar el valor fiat del papel moneda. Un billete de 50 soles debe seguir teniendo ese valor. ¿Pero qué pasa cuando todos los créditos colocados por el Banco con dinero “creado” contablemente se caen? por ejemplo, ante una ruptura de la cadena de pagos. Los que clientes del banco no podrán retirar la misma cantidad de dinero que depositaron. Su dinero habrá perdido valor. Para que ello no ocurra el Estado provee un mecanismo de seguro de depósitos hasta cierto monto. Si la magnitud del desmanejo bancario es mayor, hay otros mecanismos parte de los privilegios que el Estado otorga a la actividad.

En última instancia el Estado interviene para garantizar el valor fiat de la moneda. Se trata de evitar el efecto contagio en la economía. Se trata de otro tipo de pandemia. Y aquí viene un elemento clave. El BCR el banco emisor de la moneda no atiende al público. Sus clientes son los bancos. Son los únicos con cuentas en el banco emisor. Es el BCR en última instancia quien garantizará a los Bancos y cubrirá sus errores dándoles la liquidez necesaria – lo hace ante problemas de liquidez coyuntural comunes en la actividad bancaria – y en caso estructurales de épocas de crisis.

¿La pregunta es y por qué si el banco emisor garantiza el valor fiat de la moneda a sus cuentacorrentistas – los bancos – esto no se hace directamente con los ciudadanos?

La mayoría de las protecciones a la banca se justifican para hacer más seguro el dinero que utilizamos. Pero si la seguridad del dinero es el objetivo, no se puede defender que se prohíba a los ciudadanos usar un dinero que es absolutamente seguro. El dinero que pudieran tener los ciudadanos depositado en el Banco Central sería un dinero totalmente seguro, no necesitaría seguro de depósitos, ni ayudas de liquidez, ni salvamento de los bancos[2]

Bueno ese ha sido el sistema tradicional. Así ha funcionado la economía: los bancos son la intermediación, el peaje por que cual el Estado hacer circular el dinero que mueve la economía. Por ese privilegio los bancos ganan dinero y son protegidos. Pero los Estados ponen condiciones y los bancos se convierten en motores de la economía como en Alemania donde las tasas para MYPES son de 2 a 3% y de consumo 4% y las hipotecarias menos de 1%.

Aquí en Perú el Estado hace décadas, les dejó el timón, cerró la puerta y tiró la llave. Lo que tenemos hoy son conglomerados empresariales concentrados en pocas manos, oligopolios de facto que controlan cuotas de mercado y ponen los precios. Y por eso pagamos no solo créditos entre los más caros del mundo. También 10 a 20 veces el precio en medicinas y 3 veces el valor de alimentos en cadenas de retail.

Ante la emergencia el Estado debe tomar medidas de excepción no solo con inyecciones de dinero a la población más vulnerable. También lo debe hacer para paliar la salud y permanencia de la actividad micro empresarial y suspender temporalmente las deudas sin intereses, como ya ha ocurrido en México.

Y destinar una sola persona, basta uno, que se dedique, en Indecopi por ejemplo, a revisar todas las páginas web de los bancos. Todos ofrecen cómo comprar productos, abrir cuentas, adquirir una tarjeta de crédito con una facilidad asombrosa. Algunos te habilitan el servicio casi instantáneamente. Pero los insto a que encuentren con facilidad en un lugar prominente o siquiera en algún lugar de una página web bancaria, cómo resolver un contrato, devolver una tarjeta de crédito, cómo cerrar una cuenta, como reclamar un servicio.

Y sugerimos también que la misma persona que revisa las páginas web de cada Banco, pruebe llamar a los números de teléfono que algunos bancos ponen para reclamos. Ni siquiera se toman las molestias de actualizarlos. Si el Estado abandona su rol de control y de protección del ciudadano, está demás. Pagamos impuestos por esa expectativa, una de tantas que no se cumplen.

Pero en lo fundamental, el Estado debe repensar su rol en relación a la protección y privilegios bancarios y preguntarse qué país es viable con tasas de más de 50% o 60% anual? ¿Se necesita una nueva ley de Bancos? Yo creo que no. Solo que se aplique la actual. El BCR (DL295 art.1243 y 1244) debe fijar las tasas máximas. Y no lo hace. Esa es la gran deuda del Estado con sus ciudadanos. Si no es ahora en crisis; cuándo?

En la próxima entrega “El ascenso de los algoritmos” hablaremos de como los eWallets, las billeteras electrónicas emitidas por el Estado, serán la nueva identidad económica que todo peruano debe tener y un mecanismo para que la población más vulnerable pueda acceder, en tiempos de coronavirus, a liquidez directa sin intermediación y a costo cero. Basado en tecnología Blockchain la billetera electrónica permitirá también la trazabilidad de todas las transacciones informales y ampliar la base tributaria.

[1] YUVAL NOAH HARARI: EL MUNDO DESPUÉS DE CORONAVIRUS –  Financial Times, 20 de marzo de 2020

[2]  Adiós a los bancos por Miguel Fernández Ordóñez  http://a.co/dGke82L