Servicio diplomático en tiempo de crisis

Este fin de semana llegaran a Lima, los ciudadanos peruanos repatriados desde Alemania. En un avion de una empresa alemana, que a la vez recogera a los germanos varanos en el Peru, y que no pudieron hacerlo antes por algunas descordinacions. Tambien se hizo posible que llegaran de forma segiura los que estaban en otros paises como Polonia, desde donde se logro que  el avion polaco, en escala, recogiera incluso algunos peruanos que se habian quedado en Mexico.  Toda una logistica con  pocos recursos, porque el Peru  se quedo detenido en el tiempo  y no contamos con linea aerea nacional

En estos días de incertidumbre, el Servicio Diplomático demuestra solidaridad internacional y ejemplar asistencia a nacionales en el exterior, que ha permitido, el retorno de nacionales y extranjeros a sus países. Los diplomaticos, soldados de la Patria, en la primera linea de defender los interes de la Patria mas alla de sus fronteras, trabajas  en   lugares  aun mas peligrosos, muchas veces alejados de sus familias, y  sin la cobertura necesaria 

En tiempos de crisis, es importante recordar cómo se manejaron otras situaciones de complejidad – imprevistas entonces – que amenazaban la vida y libertad de miles de personas. Me refiero a los sucesos entorno a la Embajada del Perú en La Habana, el cuatro de abril de 1980, hace 40 años. 

 

El inicio de la crisis político-humanitaria me encontró a cargo de nuestra Misión Diplomática en Cuba. Aquel entonces, había trabajado en las Naciones Unidas con el embajador Pérez de Cuellar. Esta experiencia me fue útil, al igual que mi formación jurídica y antecedentes familiares. Fui formado en un hogar binacional, de países cuyos gobiernos de habían declarado en guerra. Nací en Alemania, Nación entonces dividida en dos Estados antagónicos; uno de ellos practicaba lo que en Cuba se imitaba. Mi padre me había dicho que hay profesiones que permiten salvar vidas:  médico y diplomático.

 

Ello fortaleció mi convicción de actuar al amparo de la Constitución del ‘79, vigente, en dar protección efectiva a los primeros 36 ingresantes que solicitaron Asilo en la Sede Diplomática. El cuatro de abril, ante la negativa del Perú de entregar a aquellos ciudadanos a las autoridades cubanas, que no dieron garantía, el Gobierno de Cuba lanzo un comunicado, acompañado de otras medidas –retiro de los guardias de seguridad – que fomento el ingreso masivo a la Embajada.  En pocas horas se encontraban más de diez mil personas en 2,500 metros cuadrados. Es decir, cuatro personas por metro cuadrado.  La milicia cubana y vehículos blindados rodeaban la Embajada peruana. Hubo brotes de violencia. Cientos de problemas por resolver con urgencia y escasos recursos.  Solo quedaba el de la negociación directa con quien ostentaba el poder, sin renunciar a los principios y valores que exigían la protección de los ingresantes.

 

En estas circunstancias, tome la iniciativa de gestar directamente con Fidel Castro una solución integral; no insistir en argumentos sobre a quienes les correspondía asilo o refugio, sino sintetizar elementos de urgencia de solución: El compromiso fue el de preservar la vida e integridad física de las personas, así como procurar su salida, ordenada, hacia el exterior del país.  El éxito se evidencio cuando nadie murió. Luego de algunos días, más de 125 mil cubanos llegaron salir del país. La diplomacia peruana realizo – más allá de sus reiterados aportes declarativos en foros internacionales – la acción más grade de su historia a favor de la libertad y los Derechos Humanos. 

 

Si bien la salida de esta crisis se debe a un equipo de diplomáticos que enaltece nuestra Cancillería, me tocó ser, en un momento decisivo, el único que negocio directamente con Castro.  Una importante editorial   creyó conveniente dejar testimonio sobre estos hechos en un libro titulado “Diplomacia por la Libertad,” Ahí resumo las medidas extraordinarias que se tuvieron que tomar en un encierro voluntario   de los refugiados en la embajada, como otras para salir de la crisis.

La actual crisis hace ahora necesario analizar la validez de los organismos internacionales. Esa costosa burocracia internacional, que no pudo lograr la coordinación necesaria para paliar los efectos de esta pandemia La ONU creó fuerzas de emergencia, destinadas a frenar violencia. Paralelamente debió fundar un servicio de emergencia, superior a la Cruz Roja, que pueda trasladarse con un equipo de médicos, expertos, técnicos – a zonas de brote de epidemias. Que puedan armar hospitales de equipado para actuar en catástrofes o diversas circunstancias que amenacen la comunidad internacional. Hoy cada Estado afronta la crisis   con medias unilaterales.

Algunos historiadores deben reconocer que se han equivocado, asumiendo que héroes universales son los que han  dado muerte,  a sablazos o prudente distancia de canones o bombardeos, a otros.  En realidad merecen el mayor reconocimiento – porque son ejemplares-   aquellos que, como ahora en los hospitales, o mi padre médico en la Alemania Nazi, han asumido enormes  riesgos para salvar la vida  de otros.