

Si bien la Justicia siempre debe estar presente, en el transcurso de la existencia social, primero es la vida y después la ley. El Perú real es ordenado por el Perú legal. Pero como la vida es compleja a veces se presentan conflictos, como el que supone la ley de Protección Policial. Esta ley señala que los miembros de nuestra Policía Nacional están exentos de responsabilidad penal en el cumplimiento de su misión y el uso de sus armas u otro medio de defensa, en forma reglamentaria, aunque cauce lesiones o muerte.
Por lo pronto, que se incluya a las Fuerzas Armadas en esta ley, como se ha hecho, me parece muy peligroso, porque mientras que los soldados están preparados para matar al enemigo, los policías lo están para defender a los ciudadanos. Ocurre que ahora las Fuerzas Armadas están apoyando a la Policía en el cumplimiento del encierro social obligatorio, lo cual es coyuntural y subsidiario, pero parece ser la razón de su inclusión.
Recuerdo que hace años una chica estaba buscando una dirección en los alrededores del Pentagonito, por lo que detuvo su auto para mirar el número de una casa. Ella no sabía que los soldados que estaban en las torres tenían orden de disparar contra vehículos detenidos. Un soldado que estaba en la torre (como en el medioevo y sus castillos), tiró a matar y, en efecto, la mató. Estábamos en una situación de control social parecido al actual, aunque por razón de terrorismo. Lo recuerdo porque días antes, el padre de esa chica, amigo mío, me contaba lo orgulloso que estaba de su hija, que le daba muchas alegrías por su buen comportamiento.
Sabemos, de otro lado, que hay policías que usan su arma contra bandidos armados que los atacan. Buscan apenas defenderse de ser heridos o asesinados, y en la trifulca, mueren tiros y troyanos. Por eso se argumenta que la ley es necesaria, como lo han sostenido algunos juristas de nota. Demos a la Policía Nacional y a su ley de protección el privilegio de la duda, porque si un policía, por cumplir su deber, es denunciado, juzgado, sentenciado y encarcelado, estamos perdidos.
La Policía Nacional requiere de constante atención del Estado en su formación permanente, en su situación familiar, en el servicio de salud, en sus remuneraciones y ascensos de justicia, de tal manera que todos los ciudadanos estemos orgullosos y seguros con ella. Pero los casos de sisas, arreglos de cuentas, sobornos y abusos desdibujan la imagen de los policías. En la actualidad, ¿cuántas denuncias hay contra policías? ¿Cómo se procesan y cuánto duran? ¿Puede acaso un policía denunciado actuar como si no le pasara nada o estará cauteloso y con miedo de defender el principio de autoridad, por si lo vuelven a denunciar?
Es una muestra entre tantas del conflicto entre el Perú legal y el Perú real.