¡Quién divide realmente a los peruanos!

Culminando el talk show presidencial del 13 de los corrientes, Vizcarra demandó la unidad del país contra los estragos del Covid-19. Sin embargo, en flagrante inconsecuencia, vilipendió a quienes denuncian las yerros cada vez más incontestables y disienten con las medidas implementadas. Y con ludibrio los acusó de “divisionistas”.

Además de la doblez del mandatario, el mensaje no puede ser peor. La única unidad posible sería aquella que no admite el menor atisbo de contradicción. Curiosa unidad, no fundada sobre la argumentación racional ni el debate libre, sino en la adhesión subalterna, irreflexiva y supersticiosa, que nace de dogmas impuestos o del temor colectivo. Esta clase de unidad, monolítica e incondicional, no es propia de las democracias. Corresponde a un régimen donde la sociedad está uncida a un aparato estatal que ha capturado todas sus pulsaciones, desalentando cualquier iniciativa independiente: el totalitarismo.

¿Exageramos? ¡Para nada! ¿No es verdad, que buena parte de la prensa abdica su deber y pretende acostumbrarnos a conferencias manejadas por el poder político? ¿A qué las preguntas sean seleccionadas previamente para no herir la majestad del gobernante? ¡Qué diferencia con Trump, quizá díscolo, vertical e irrespetuoso, pero no evade el interrogatorio punzante de una prensa libre, pese a que USA es el país más afectado por el coronavirus. En cambio acá los medios se tragan la vergonzante pantomima, sin asco alguno.

La gobernanza democrática exige accountability. La obligación de rendir cuentas. En el Perú, 60 días después, no sabemos por qué diablos no adquirimos pruebas moleculares y, más bien, se insiste en las serológicas, aunque no detecten oportunamente los contagios. ¿Por qué todavía médicos y enfermeras diariamente protestan por instrumentos de protección. ¿Por qué recién se interviene en los mercados? ¿Por qué las estadísticas, incluso las truchas, continúan disparándose trizando los anuncios oficialistas? Un rosario de preguntas sin respuestas que nos dejan en vilo y en completa ignorancia.

No estamos ante un gobierno responsable. El mandatario y sus ministros desinforman con cinismo y se ofenden cuando son enrostrados. ¡Qué lejos están de cumplir sus funciones constitucionales! Peor aún, intentan entornillarse en sus cargos olvidando que los ciudadanos somos sus mandantes. Por esta causa, la unidad proclamada por Vizcarra es espuria. No convoca voluntades libres ni permite esa necesaria deliberación para sustentar la acción común. En el fondo la bastarda unidad vizcarrista ahonda y expande las cesuras y conflictos al interior de la Nación peruana, precipitándola al caos y al averno.