¿Dónde cesa la responsabilidad del Estado?

En Asia el proceso del coronavirus terminó a fines de abril; en Europa concluyó ya también a fines de mayo;  Nueva York anunció el martes pasado que ese fue el primer día en que no falleció nadie en la gran ciudad. Así ocurrirá acá también hacia fines de junio.

El pasado 22 de abril la suma de los contagiados en Lima y el Callao llegaba a más de las tres cuartas partes de todos los contagiados en el país. Lentamente, día a día, décima por décima, esa proporción fue disminuyendo hasta llegar, 50 días después, a ser los dos tercios de todos los contagiados.

¿Cómo así los enfermos en Lima y el Callao pasaron del 76 por ciento de entonces al 65 por ciento de hoy? Sencillamente, porque la ola del coronavirus, que nació en Asia, pasó luego a Europa, después a América del Norte y finalmente a Sudamérica, entró al Perú por Lima y poco a poco se fue moviendo hacia el interior.

Sudamérica es el lugar del mundo donde la ola termina. Y en el interior, lógicamente, después que en las grandes ciudades. No obstante, la sorpresa es que la pandemia ha dejado a la Sierra casi intocada. Desde Puno hasta Cajamarca, el número de fallecimientos y contagios es ínfimo comparado con el de la Costa y la Selva. Nadie sabe bien por qué. Ese es hoy un dato de la realidad que tendrá que ser estudiado mañana.

 

¿Por qué la costa Norte más que la costa Sur, y por qué Loreto más que Ucayali o Madre de Dios? Obviamente, un factor es la densidad demográfica, el número de habitantes por kilómetro cuadrado. Hay una densidad demográfica mayor en Lima y el Callao, y en Chiclayo y Piura, que en Ica o Arequipa. Y una densidad mayor también en Iquitos que en Pucallpa o Puerto Maldonado.

 

En lo fundamental, la página está volteada. La gente ha salido ya a trabajar dejando de lado la cuarentena en muchos casos. El gobierno lo sabe y deja hacer. Y eso no está mal. Es el proceso normal de las cosas. Es uno solo el proceso que vino desde Asias hasta Sudamérica, y uno solo y el mismo el proceso que vino de la defensa de la salud a desembocar en la defensa de la economía.

 

Increiblemente, es dentro del Estado peruano donde hasta ahora existe una resistencia ignorante y brutal de quienes creen que es su obligación impedir la reapertura de la economía para cuidar la salud. Temen que se los pueda hacer responsables mañana. Ha habido que, literalmente, torcerle el brazo al Ministerio de la Producción. Ha sido uno de los más graves obstáculos, pero ya cedió. Ahora es el Ministerio de Salud el que se cree en el derecho de interponerse entre las personas y su trabajo.

 

Hace ya largo rato que el Estado peruano debió comprender que su responsabilidad solo llegaba hasta cierto punto, y que debía cesar en algún momento para dejar en manos de las empresas la protección de sus trabajadores y en manos de las familias la protección de sus miembros.

 

Ahora está aprendiendo a las malas lo que no quiso entender por las buenas. De nosotros depende que nunca más vuelva a confundir su papel.