La incierta recuperación estadounidense

STANFORD – Como la mayor parte del mundo, Estados Unidos está intentando superar tanto la pandemia de la COVID-19 como una profunda recesión causada por la paralización ordenada por el gobierno. En términos de tasas anuales, la economía estadounidense se redujo el 5 % en el primer trimestre de 2020 y en el segundo, que está terminando, podría contraerse un 40 %: la mayor caída desde la Gran Depresión.

Además, decenas de millones de trabajadores han perdido sus empleos, lo que disparó la tasa de desempleo hasta un máximo pos Gran Depresión del 14,7 % en abril. Y aunque el 70 % de quienes fueron despedidos afirman que esperan que los vuelvan a llamar a sus trabajos, no será el caso de todos, porque muchas empresas cerrarán, se reubicarán o reorganizarán.

Es cierto, la reapertura inicial de la economía produjo un importante rebote que se espera que continúe en el tercer trimestre. El empleo aumentó 2,5 millones de puestos de trabajo en mayo, mientras que los datos de alta frecuencia de las tarjetas de crédito y el seguimiento de la movilidad en mayo y junio mostraron significativas recuperaciones frente a los mínimos de abril, y en unos pocos sectores la actividad se aproximó o incluso superó a los niveles de años anteriores.

Pero la recuperación varía entre sectores y regiones, aunque las grandes empresas de tecnología, los proveedores de artículos para el hogar y las ventas minoristas de bebidas alcohólicas florecieron, el turismo y esparcimiento colapsaron y les llevará mucho más tiempo recuperarse. Los restaurantes con servicios al paso tuvieron una situación mucho mejor que aquellos que solo podían servir puertas adentro.

La mayoría de los analistas predicen que la recuperación inicial «en forma de V» se desacelerará durante los próximos trimestres y se convertirá en algo más parecido al logo de Nike, pero este pronóstico de base, aunque posible, está sujeto a una incertidumbre superior a la normal.

En primer lugar, el cierre de las empresas no esenciales en respuesta a la pandemia también tuvo un impacto del lado de la demanda. Hasta el momento se amortiguó el golpe con billones de dólares en subsidios y préstamos para las empresas, pagos en efectivo a los hogares y seguros de desempleo con pagos de bonificaciones federales (que permitieron a dos tercios de los trabajadores elegibles recibir beneficios que superaron los ingresos que perdieron) para que la economía pueda recuperarse. La Reserva Federal estadounidense se comprometió a mantener su tasa de interés objetivo hasta que la economía regrese al pleno empleo y continúa ampliando el alcance de compra de activos. Se espera para el próximo mes un cuarto paquete fiscal, que debiera centrarse en la reapertura de la economía, incluyendo limitaciones a la responsabilidad legal de las empresas y el redireccionamiento de los pagos de bonificación para fomentar el regreso de los empleados a sus puestos de trabajo.

La velocidad con que EE. UU. se recupere de sus crisis de salud pública y económica también dependerá de cómo las gestionen otros países, y viceversa. El Banco Mundial prevé que el 93 % de los países entrará en recesión en 2020, la tasa más elevada en la historia.

Aunque los recientes aumentos de casos nuevos de COVID-19 y hospitalizaciones en EE. UU. parecen manejables por el momento, dada una adecuada provisión de camas hospitalarias y equipamiento, un empeoramiento significativo podría disparar nuevos confinamientos o demorar una mayor reapertura. Eso haría que la recuperación sea más lenta y generaría desesperanza en lo económico y problemas sanitarios y sociales relacionados para muchos estadounidenses.

Además, las crisis gemelas estadounidenses han revelado problemas de más largo plazo, que comienzan con las inadecuadas reservas de insumos médicos del país. California, por ejemplo, nunca mantuvo los insumos que el por entonces gobernador Arnold Schwarzenegger acumuló para combatir la epidemia del SRAS en 2002-03 y tuvo que reparar cientos de respiradores defectuosos. Y los anticuados sistemas informáticos que tienen los gobiernos estatales para procesar las solicitudes de beneficios por desempleo y otorgar las compensaciones no dieron abasto bajo la presión inducida por la pandemia.

Además, el impacto de la COVID-19 demostró que son demasiadas las personas y empresas que carecen de suficiente margen como para sobrellevar incluso unos pocos meses de falta de ingresos. También resaltó y empeoró las disparidades raciales en términos de salud, ingresos y vulnerabilidad ante los shocks económicos y sanitarios.

Esta crisis generaron respuestas intervencionistas masivas, veloces y sin precedentes, pero las respuestas gubernamentales implementadas en circunstancias exigentes deben controlar mejor los costos y recuperar los incentivos privados en el más largo plazo, porque la historia muestra que, una vez implementados, los programas e intervenciones públicos rara vez tienen fin.

La recuperación económica y de salud también depende en gran medida de las acciones de las empresas, los ciudadanos y las escuelas, entre otras, su adhesión a la precauciones recomendadas como el distanciamiento social, el lavado frecuente de manos y el uso de máscaras de protección. Todavía está por verse si las empresas pueden sobrevivir con restricciones a los empleados y clientes, y si la acelerada transformación digital tendrá resultados netos positivos. El otro peligro, por supuesto, es una segunda oleada del virus que sobrepase a los hospitales y asuste a los empleados, alumnos y clientes.

Una cuestión positiva ha sido el rápido avance de la innovación adaptativa: la mayoría de las escuelas estadounidenses rápidamente continuaron enseñando en línea después de los confinamientos, mientras que la telemedicina está en auge, con la ayuda del gobierno, que relajó las restricciones a los pagos y las normas que prohíben las consultas médicas interestatales. Los investigadores médicos rápidamente ajustaron el foco en las pruebas de detección, terapias y vacunas para la COVID-19: han comenzado los ensayos en humanos para varias vacunas prometedoras y antes del invierno se implementarán nuevos análisis de detección. Por primera vez, la capacidad para la producción de las vacunas aumentará simultáneamente con los análisis, para que cuando haya una vacuna segura y eficaz esté disponible mucho más rápidamente.

Pero los problemas de más largo plazo revelados por la pandemia y la recesión no desaparecerán junto con esta crisis. Es cierto, antes de que golpeara la COVID-19, la situación de los trabajadores con bajos ingresos parecía haber mejorado. El desempleo de las minorías estaba en un mínimo histórico y los salarios aumentaban más rápidamente en el extremo inferior de la escala salarial. Pero aunque será necesario un sólido crecimiento económico para garantizar el regreso de estas tendencias, hay grupos de personas que fueron dejadas de lado.

Para ocuparnos de esto debemos revigorizar las políticas para ampliar las opciones escolares, llevar empleos privados y capital a las zonas deprimidas y garantizar una mejor capacitación laboral (que incluya más pasantías y asignaciones de empleos según perfiles compatibles), así como adoptar un nuevo enfoque para los programas superpuestos con control de recursos para combatir la pobreza. Quienes reciben ayuda social en EE. UU. enfrentan tasas marginales implícitas extremadamente elevadas en términos de los beneficios que pierden si trabajan (muchos ganarían menos si trabajaran que si continúan con varios programas superpuestos).

Es extremadamente difícil predecir la velocidad e intensidad de la recuperación económica estadounidense con certeza. Si algo queda claro, sin embargo, es que debemos ampliar los incentivos para trabajar en los tiempos normales cuando hay gran cantidad de puestos de trabajo, mientras fortalecemos la red de seguridad para cuando esos empleos no están disponibles y para quienes no pueden trabajar.