Una larga noche: el bicentenario y mi soledad Almodovar

Es de noche, soporté de todo. Kenat no quiso venir, el «chueco» se quedó hundido en un hoyo que el mismo preparó con sus uñas. Le dije que vuelva, pero Kenat empezó a recordar sus propios miedos. La cosa es que nadie está en la superficie. Como un niño de dos años decidí llamar a mi madre y contarle que siento que tengo doscientos años y estoy sólo, partido en pedazos. Las lágrimas las dejé en Tumán, las risas se acabaron el día que murieron Mariano Rosales y Hugo Salazar del Alcazar. El día que murió el negro Aranda y Hugo Angeldonis. El día que murió Patricia y mi familia se hizo añicos para mí.

El País del profesor Meigg, Llaja y Zevallos no era el país de los Brothers O’Shean, Dorack y Helm. Los libros de Jorge Basadre siguen en los estantes de mi padre. Desde que estuve en cuarto de secundaria visité la Casona Riva Aguero, aprendí cada frase de Porras, Belaunde y el propio Riva Aguero. No sé si todos ellos juntos hacían un Diego Portales, pero alli estaba yo, leyendo y tomando apuntes. Sabía más de historia que mis propios maestros.

En la Universidad Católica viví la historia con Del Busto, con la República Aristocrática de Flores Galindo. Pero lo más importante es que la historia mundial empecé a comprenderla con Fernando Rosas. Hoy todos ellos están muertos. Gracias a ellos decidí buscar la historia del Perú en su propio presente, en cada pueblo Ayacuchano que visité, en cada militar y senderista que entrevisté. También lo busqué en los salones del Club Nacional, las casas de playa y las esteras al frente de lo que hoy es Playa Señoritas y Caballeros.

El Perú es más inmenso que cada lágrima y risa que yo haya vivido éste casi medio siglo de vida. La suma de la edad de Aguilera, Torres, Takeda y Portanova superan los 200 años de la República, pero la vida de esos cuatro amigos supera en intensidad humana todo lo que yo he podido vivir, leer, oler y tocar en cada rincón de este maravilloso País donde nací porque una mujer peruana se atrevió a decirle no al aborto y un hombre decidió hacerme su hijo a pesar de sí mismo. No sólo me salvaron, porque en realidad mis hoyos y locuras son parte de mi curiosidad por entender la raza humana. No sólo me salvaron, sino me dieron mi propia historia. Llevo un apellido con historia peruana, aunque no parezca, llevo el bagaje cultural de un privilegiado que puede sintetizar tantas fuentes e inspiraciones diariamente que deja de ser un suplicio para convertirse en una, lucha diaria para formar mejores mentes, para ayudar a discernir a otros.

Se que he perdido a mi familia inmediata. En terminos reales siento que ya no tengo hermanos. Eso me destrozó, pero ahora forma parte de mi story, historia personal, ya no me hiere tanto porque al igual que a mis trece años, cuando descubrí quien era, ahora la lucha es más complicada. El país tiene formalmente doscientos años, pero las historias personales y colectivas tienen miles de años. Mi soledad me hace sufrir, pero me hace más creativo. Me permite escribir y comprender como funcionan las mentes mientras leen este texto.

«Una larga noche, me pierde una larga noche, porque será la larga noche tan sola, tan desalmada, debiera ser una sábana bordada de rumores y de amores. Invasora desvelada desde mi ventana cerrada. Es sólo miedo mi noche,miedo lento, miedo largo, siempre lento, mi noche nunca es aurora que llega por la mañana. Es sólo larga cornisa que da vuelta a la nada, dentro de una larga noche. «(Chabuca Granda, compositora y cantante peruana).

El Bicentenario llegará a partir de éste 28 de Julio. Nadie lo puede evitar, la humanidad y sus ideologias están en un trance nunca antes visto tan globalmente. Citar a un cubano es sacrilego. «Donde yo naci, donde me crié , donde me formaron caramba, como vine aquí. Los años que pasaron definieron mi suerte, la vida que he llevado tiene un poco de muerte, termino aquí, renazco allí… Un homenaje para tu ausencia, lo llenas todo con tu presencia.»(Pablo Milanes).

Un homenaje para todos los que vivieron y murieron por mí y por mi peruanidad. Un homenaje a todos los que he visto llorar y reir por lo que amaron y todavía pueden amar. Un homenaje para los sobrevivientes de todas estas pandemias moleculares, ideológicas, tecnológicas y afectivas en las que estamos metidos. Solo pido algo: abran las Iglesias y los templos. Es urgente.

Dedicado a Lidia y Roberto, mis padres y salvadores.