El caballo negro: acerca de las «clases de ajedrez»

A raíz de la crisis mundial, producto de la pandemia a causa del COVID 19, se suspendieron tanto actividades culturales como deportivas; por las razones ya conocidas. Sólo el ajedrez, por sus características prácticas, se mantuvo y mantiene vigente a través de la Internet. No sólo a nivel de alta competencia (la FIDE autorizó los diferentes torneos en todas las modalidades y categorías) sino qué, también los millones de aficionados podían acceder a las decenas de portales en red para entrenar o simplemente jugar con adversarios de cualquier parte del mundo, en tiempo real.

He notado con sorpresa, desde hace buen tiempo, que se publican avisos donde se ofrecen «clases de ajedrez» para niños y adolescentes, para algarabía de los padres de familia que piensan que con unas simples clases tendrán futuros campeones en casa (se sabe que, para la formación de un futuro talento, la edad ideal está entre cinco a siete años). Si se trata de dictar cursos donde se enseñan los movimientos de las piezas y los fundamentos para fines lúdicos, es decir, de entretenimiento; pues me parece bien, la práctica de esta actividad desarrolla la inteligencia a largo plazo. Lo que no me parece bien es que se engañe a quienes ingenuamente contratan a personas inescrupulosas.

Desde el año 2011, incorporé el ajedrez (teoría y práctica), pero como herramienta pedagógica, como parte integral de todo un paquete que incluía la psicometría (tests alfanuméricos y gráficos) para desarrollar la rapidez visual y por ende, la agilidad mental; el estudio del idioma español (sintaxis y semántica) para potenciar la comprensión lectora necesaria para el entendimiento de la matemática (aritmética, álgebra, geometría plana, estereométria y trigonometría) ciencia donde los binomios análisis-síntesis e inducción-deducción; forman la base del estudio de esta ciencia; y por supuesto la lógica (formal y proposicional) importante para un razonamiento concreto y exacto. En otras palabras, se consiguen logros espectaculares, si y sólo si, se sigue la secuencia antes mencionada. En dicho año se empezó el experimento con dos chiquillos de catorce y quince años, respectivamente, además de una adolescente de dieciséis; venidos de New York; con los cuales se consiguió que ingresaran a universidades en USA, después de la puesta en práctica de ese procedimiento fundamental, complementado con otras áreas de las ciencias; y sus participaciones en torneos, pero con fines de evaluar sus reflejos condicionados ante la presión de la competencia. Después del 2014, año en que termina el proceso con esos adolescentes, entre los años 2016,2017 se amplió el radio de acción a niños entre los ocho a doce años, con mejores resultados y el año 2019, se puso en práctica con niñas y niños de apenas seis años, los cuales avanzaron a pasos agigantados en comprensión lectora y operar con símbolos matemáticos.

Para terminar mencionaré a Clara Shagenovna, madre del mejor ajedrecista de todos los tiempos, Gari Kaspárov, que sorprendió a su familia cuando afirmó: ‘1o convertiré en campeón del mundo». A los padres de las muy brillantes hermanas Polgar, pedagogos de profesión, quienes consiguieron que sus hijas fueran y son las mejores del mundo. Sin ir muy lejos, aquí, en Perú, el padre de Daisy y Jorge Cori, hoy GMs y becados en importantes universidades en USA; quién sin saber nada sobre el deporte ciencia, se dio el trabajo de comprar un tablero y un pequeño manual, estudiarlo durante una noche para después, enseñar a sus pequeños hijos lo básico; porque vio talento en sus vástagos. El espacio es muy corto para un tema tan extenso, sólo mencionaré que una formación mediocre destruye futuros talentos y que no todos poseen cualidades para tal o cual actividad.