Mario Vargas Llosa, una década del Premio Nobel de Literatura

El 7 de octubre del 2010, las casas de apuestas internacionales tenían de favoritos para ganar el Premio Nobel de Literatura a varios personajes que, a la sazón, no han logrado hasta ahora ese preciado galardón. El estadounidense Philip Roth, ya fallecido; el holandés Cees Nooteboom; el eterno candidato Haruki Murakami y algunos otros que no sobrevivieron en mi memoria. Cosa extraña: no se mencionaba a Mario Vargas Llosa.

Era otoño en el hemisferio norte y el novelista pasaba una temporada en Nueva York, dictando para la prestigiosa universidad de Princeton. Cuenta el autor de «La tía Julia» y el escribidor que estaba releyendo «El reino de este mundo», novela de Alejo Carpentier, aprovechando las primeras luces del 7 de octubre neoyorquino cuando sonó el teléfono.

Varias veces ha contado el arequipeño que temió lo peor, pues por la hora supuso que sería una mala noticia. Minutos después, dejó de ser un constante voceado para ser el ganador del premio más importante de las letras. Abandonó el club de Borges, aquellos escritores que todos admiran, pero que no los distinguieron con el Nobel.

Repercusión

La noticia llegó al Perú de madrugada, alterando lo que parecía un jueves tranquilo en lo periodístico. Desde ese día hasta la ceremonia de premiación, e incluso unos días después cuando vino a festejar en su terruño su logro, la agenda noticiosa giró alrededor del nobel.

Entrevistas con todo aquel que tuviera relación con él –sus colegas escritores; Camucha Negrete, actriz en la adaptación de los 70 de «Pantaleón y las visitadoras»; compañeros de colegio y barrio; y un largo etcétera– y búsqueda de todos los ángulos imaginables a su obra. Incluso, ese 7 de octubre se coló en las redacciones como verídico un apócrifo tuit de Gabriel García Márquez –“Estamos a mano”, decía– por el que se le preguntó en conferencia de prensa.

Esos últimos meses del 2010 fueron febriles. Estaba programada para ese año la publicación de «El sueño del Celta», éxito de ventas instantáneo aunque no tanto de críticas. Durante esos días se sucedieron múltiples hechos impensables tiempo atrás. 

El ser homenajeado a estadio lleno por sus dos equipos de fútbol –Universitario de Deportes y Real Madrid– o ser agasajado por el presidente Alan García, a quien había criticado acremente durante su primer gobierno, están entre las anécdotas.

Pero tal vez lo que más se recuerde fue su discurso ante la Academia Sueca, leído dos meses exactos después, en el que relató cómo le cambió la vida el aprender a leer. El padre Justiniano, quien le enseñó sus primeras letras en Cochabamba, quedará en la memoria colectiva por las apasionadas palabras del autor de «La Casa Verde».

A continuación, te presentamos las mejores frases de Vargas Llosa durante su discurso en la entrega del Nobel, en diciembre del 2010.

Literatura

 – “Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida”.

– “Mi salvación fue leer, leer los buenos libros, refugiarme en esos mundos donde vivir era exaltante, intenso, una aventura tras otra, donde podía sentirme libre y volvía a ser feliz”.

– “Sin los buenos libros, seríamos peores de lo que somos, más conformistas, menos inquietos e insumisos, y el espíritu crítico, motor del progreso, ni siquiera existiría”.

Perú

– “Al Perú lo llevo en las entrañas porque en él nací, crecí, me formé y viví aquellas experiencias de niñez y juventud que modelaron mi personalidad, fraguaron mi vocación, y porque allí amé, odié, sufrí y soñé”.

– “El Perú, como el Aleph de Borges, es en pequeño formato el mundo entero. ¡Qué extraordinario privilegio el de un país que no tiene identidad porque las tiene todas!”.

– “El amor al país en que uno nació no puede ser obligatorio, sino, al igual que cualquier otro amor, un movimiento espontáneo del corazón”.

Patricia Llosa

– “Es tan generosa que hasta cuándo cree que me riñe me hace el mejor de los elogios: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir”.

– “Sin ella, mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo y Morgana y los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia”.