Miente presidente

Sobre la mentira pende una intensa mala reputación que la sitúa como una estrategia de comunicación ocultadora y tergiversadora de lo real —asimilado positivistamente a lo cierto— que nubla la posibilidad del conocimiento acerca de la naturaleza de un acontecimiento, un estado anímico, un sentimiento.

La mentira se identifica como una suerte de infracción de la buena fe constitutiva del vínculo social,(acogiéndonos al concepto jurídico) mientras que de su revelación, de su descubrimiento esclarecedor al fin, se deriva una reacción que transporta valores y actitudes purificadoras, cuando no directamente catárticas, que incluyen desde las representaciones de asunción de la responsabilidad y sus consecuencias hasta la narración contextualizadora, de lógica causal, acerca de los motivos del engaño. Frente a la mentira íntima descubierta por la pareja se ofrece como actitud compensatoria y reparadora una mayor dosis de verdad. Ante la reacción generada entre el electorado por el político mentiroso su partido ofrece mayor transparencia. (En nuestros tiempos los políticos, “el presidente”  ni partido tienen)

Hoy cabe preguntarse ¿Cuánto importa La verdad? No vale un solo sol. Ya no tiene valor. ¿Nos Gobierna un amante de la falacia? , a fin de cuentas  ha mentido en muchas cosas, en el número de muertos producto de la pandemia, en las visitas de su cantante favorito a palacio, en las plantas de oxígeno, en el número de colegios y de hospitales etc.

Ahora lo que sí vale y  vende es la mentira. La mentira funciona, da votos, seguidores, hinchas, fanáticos, parroquia. La verdad es controvertida y te confronta, puede hacerte dudar y cambiar de opinión. La mentira te da la razón, te afianza, te adula y te reconforta, es una palmadita en la espalda, es el caramelito  después de la pirueta, la recompensa. Es fácil comprar las mentiras que nos refuerzan, difícil enfrentarse a verdades que nos llevan la contraria.

Hasta hace poco la información veraz tenía prestigio y autoridad, creíamos a determinados medios, instituciones, periodistas y solía imponer su fuerza sobre las burdas mentiras. Ahora palidece indefensa frente a la avalancha de bulos multiplicados por unas redes sociales que no sólo no los verifican ni eliminan sino que están programadas para privilegiarlos porque dan más audiencia, más dinero. Es el mercado, amigo, y en el mercado la mentira gana por goleada en la subasta diaria de las noticias. En el mercado la mentira se viste de seda o de cuero, es atractiva, divertida, impactante, mientras que los datos, los hechos puros y simples resultan aburridos e incómodos, nos muestran un mundo que no nos gusta. Y si nos disgusta  también da lo mismo.

Hoy nos gobierna la mentira, y nos gobierna un mentiroso, encima uno de lujo. Al que muchos han pretendido  que se le necesita porque es el capitán de un barco (que se hunde) por que el barco requiere estabilidad.  

En el recién estrenado documental El dilema de las redes, antiguos creativos y directivos de las grandes plataformas de Silicon Valley, reconocen que han creado un monstruo que está devorando la democracia como Saturno a sus criaturas. La bulocracia se ha convertido en el arma de destrucción masiva con el que los  populistas  y progresistas están ganando terreno y, en muchos casos, la partida. Al común de la gente  no le importa la democracia, de hecho, le molesta, porque le pone límites, le fiscaliza y le desnuda. Está más cómodo con esa forma sibilina de  sociedad  que toleramos pasivamente porque nos gratifica con colorines, chocolatinas y me gustas.

La mentira no es nueva pero está de moda y ahora goza de impunidad y es infalible. Se miente desde palacio de gobierno, desde los escaños del parlamento, desde los sets de televisión y radio, se miente por doquier. Los políticos más indecentes lo saben y la utilizan con astucia y desvergüenza para conseguir sus fines. Antes las mentiras podían tener un coste, ahora sólo tienen beneficios. Da igual que mientas y que te desmientan porque como dijo Trump, «hay verdades alternativas» y cada quien tiene la suya, o las construyen a vilo de las encuestas, y de pagos sustanciosos a la prensa y a quienes venden sus opiniones.

Hemos empezado la semana con graves acusaciones al presiente accesitario. Pero a él le dan igual los hechos, lo importante es que ha conseguido el efecto que buscaba con su falacia. Le ha dicho a los suyos que Odebrech lo quiere sacar, ha dicho lo que muchos quieren oír, que la legitimidad es suya porque él le da duro a la corrupción, el resto  son malos chicos, malos vitochos , malos mulderes u otro tipo de malos  que solo  buscan desestabilizarlo.

El New York Times ha  revelado  con pruebas irrefutables que Trump lleva una década sin pagar casi impuestos gracias a la ingeniería financiera y el presidente más mentiroso de la Historia responde tranquilamente que son noticias falsas. El comercio ha dicho que el presidente accesitario Vizcarra ha recibido un millón, quien con más cinismo que Trump , también ha dicho que es una denuncia falsa, producto de un calenturiento aspirante a  colaborador eficaz.  Lo dirá y lo repetirá las próximas semanas allá donde vaya. En sus inauguraciones de plantas de oxigeno que no gestiono, o de obras que nunca hizo. Da igual que seamos el país con mayor cantidad de muertos por millón, o que el empleo y la economía hayan caído a cifras tenebrosas. Para el rey de la mentira, que se ha  vendido a sí mismo como un gran estadista, después que la realidad demuestre lo contrario y subraye su  insolvencia. La verdad no importa. 

Así se destruye la democracia. Como no pongamos todos los medios para detener la mentira, esta   acabará con ella y con nuestra sociedad-