La encíclica Fratelli tutti evoca a san Francisco de Asís

La recién publicada carta encíclica Fratelli tutti (todos somos hermanos) es un texto evocador de san Francisco de Asís, el santo universal del que el papa argentino ha tomado su nombre. Busca unir doctrina social de la Iglesia con un canto místico a la pobreza cristiana, que es, además, distribución equitativa de los bienes materiales por amor de Dios.

Recuerda que Dios es amor universal, y por eso estamos llamados a la fraternidad universal, que es apertura de afecto y de bienes. No hay ‘otros’ ni ‘ellos’, sólo hay ‘nosotros’. Queremos un mundo abierto: allí desciende el papa a concretar: sin muros, sin fronteras, sin excluidos, sin extraños, y para ello tenemos y queremos una inteligencia y un corazón abiertos. Bien sabemos que señala una tendencia, no una utopía terrena imposible, desde el momento que existe el pecado original.

Es evidente que el mercado solo no resuelve todo, porque la ideología neoliberal se perfecciona con su aplicación, corrigiendo yerros. Es la fraternidad humana la  que lleva al encuentro y a la solidaridad. Hay que ponerse metas grandes, aunque en la realidad apenas iniciemos el camino: vivamos una amistad social, busquemos un bien moral, una ética social porque nos sabemos parte de una fraternidad universal.

Por ello la guerra es un recurso inaceptable y la pena de muerte una práctica que erradicar. La guerra justa, como defensa ante el injusto agresor, ha sido, por siglos, una definición del magisterio romano. En su aplicación, serán quienes deban defenderse quienes tienen la última responsabilidad de agotar los medios diplomáticos para salvaguardar su sociedad o, de no lograr la paz, apelar a las armas, lo que lógicamente en la teoría nadie quiere. El papa Francisco, desde que habló en el Congreso de los Estados Unidos, le declaró la guerra a la pena de muerte, aunque sabiendo que en última instancia serán los legisladores, los gobiernos y los jueces los que en la práctica dirán la última palabra.

Hay que leer Fratelli tutti teniendo en cuenta varias circunstancias: la primera: el tiempo de pandemia (covid-19) que, inevitablemente, como la misma carta encíclica dice, condiciona el contenido. En segundo lugar, la subjetividad del pontífice romano, porque cada obispo de Roma imprime de alguna manera en sus textos su modo singular de pensar. En tercer lugar, que un documento del magisterio debe leerse en su dimensión histórica, tanto por la dinámica del desarrollo de los pueblos como por la evolución del contenido de los términos. En cuarto lugar, que hacen doctrina social las enseñanzas que se repiten a lo largo del tiempo, no aquellas afirmaciones que responden a una coyuntura específica, que pasa rápido, sin dejar huella, por lo que el comentario a dicho suceso puntual debe entenderse como efímero.

No olvidemos que el bien común se logra progresivamente, porque el hombre tiende a la vida social como a la virtud, que se adquiere poco a poco, por repetición de actos y perseverancia en la búsqueda de Dios.