La Civilización de la Ignorancia

La paradoja de nuestro tiempo es que cuanto más sabe la humanidad más se habla sin estudiar esos conocimientos. Si hablamos de anatomía y fisiología, de psicología y sociología, ¿cuántos han estudiado previamente, a fondo, lo que van a decir, con una convicción increíble? Si hablamos de la constitución, del indulto, de la administración de justicia o de los poderes del estado, ¿cuántos saben realmente lo que están diciendo? Muy pocos.

Por eso se avanza en el tiempo pero se retrocede en la realidad de la vivencia racional de nuestro tiempo. Me viene a la cabeza lo que dijo Rafael Belaunde Diez Canseco en el Congreso, siendo primer ministro del presidente José Luis Bustamante: ‘las masas se combaten con las masas’. Le costó el puesto, pero siete décadas después ese concepto ortegiano de las masas se ha trasladado, en el año 2020 de la pandemia, a las redes sociales, con distanciamiento social obligatorio, pero con un impacto tremendo en la vida de la sociedad y del estado.

Ignorancia es la ausencia de conocimiento debido. Un médico es ignorante si no sabe medicina, un ingeniero si no sabe construir, un abogado si no sabe derecho… Es decir, ignorante es la persona que no sabe lo que debe saber. Un cristiano, por ejemplo, se supone que ha leído el nuevo testamento, que ha estudiado el catecismo, que se sabe de  memoria los diez mandamientos de la ley de Dios y los cinco de la Iglesia. Pero no siempre es así. En Estados Unidos, hay una crisis de los católicos en relación a su preparación doctrinal o a su aceptación inteligente de la doctrina de Cristo.

El Senado de los Estados Unidos aprobó por 52 votos contra 48 la candidata nominada por el presidente Donald Trump para ser la nueva magistrada del Tribunal Supremo de Estados Unidos, Amy Coney Barrett, casada, con siete hijos, entre ellos uno disminuido y dos adoptados (haitianos). Es católica, conocedora de la doctrina moral de la Iglesia y practicante de las normas de la Iglesia. En medio de la civilización de la ignorancia, hay que reconocer que se ha elegido a una persona que sabe lo que hace. Es una buena noticia para los Estados Unidos.

En cambio, en el Perú, el Tribunal Constitucional está sufriendo un manoseo lamentable de los poderes del estado. La mayoría de sus miembros juegan tiempo extra, los precandidatos van de listado a listado, del ejecutivo al legislativo, de la comisión al pleno. ¿Saben realmente los parlamentarios lo que se juega el país al nombrar a los magistrados adecuados? ¿Se dan cuenta que no se trata de tener mayoría para proteger las espaldas de los políticos corruptos?

El Tribunal Constitucional está llamado a ser el instrumento del estado para ir poniendo orden en el funcionamiento de la administración de la justicia, reduciendo en todo lo posible la corrupción política que está quitando a los peruanos la poca autoestima que tenía. ¡Ojalá antes de fin de año tengamos a todos los nuevos magistrados!