Vergüenza

En la televisión  alemana, en el horario de mayor audiencia  y por  la cadena de gran sintonía, apareció  la  imagen  del Presidente peruano haciéndose vacunar. Las otras tomas sobre el Perú, dentro del mismo  reportaje, muestran a una población desprotegida  que clama por trabajar  para poder comer.

Salimos en la  televisión alemana por lo exótico, como un país que parece ganado por la estridencia y la polarización. La diferencia en lo que se llama una autoridad peruana  y un funcionario de alto nivel alemán radica no solo en  formación y experiencia, sino  esencialmente en  el uso del poder.

En el Perú es cosa corriente  que la autoridad  acompañe sus pocas realizaciones con actos de prepotencia. Como, por ejemplo, prohibir a otros el uso del auto particular. En tanto esta  misma  autoridad o  personaje autoritario va en auto con resguardo haciendo escándalo con bocinazos  y pasándose la luz roja. 

En contraste, el Presidente en Alemania -lo he visto- o la poderosa señora Canciller Merkel detiene su auto en los semáforos  y respeta las reglas de tránsito y de convivencia. No es pues extraño que con el asunto de las  vacunas, aparezca ahora la información en el Perú de que Vizcarra  (zampón  como embajador en Canadá y luego presidente)  haya tomado ventaja  para llamar a Palacio en octubre pasado  a un facultativo -que  de mala gana se hace cómplice-  para que le ponga una vacuna. Luego se dice que  solo le puso un placebo. 

Tampoco nos llama la atención que aparezca el actual Presidente  tomando ventaja haciéndose, aparentemente, vacunar con un producto chino. Si bien hicieron algo parecido los jefes de gobierno de Gran Bretaña o Israel, con vacuna europea, fue en el contexto que corresponde a un político: demostraron seros primeros en el mundo -de eso hace dos meses- en  haber obtenido la vacuna mas confiable para su nación. Y no como en el Perú que asomamos  entre los últimos en ofrecer vacuna a la población. Sagasti tiene posiblemente  asesores que son imitadores de lo que ven  fuera del país, pero  que interpretan las cosas al revés.

En Alemania ni  el Presidente Federal, como tampoco la Canciller Merkel, ni ninguna autoridad se  ha vacunado. Es más, el doctor Ugur Sahin que inventó la vacuna  BioNTech (la más eficiente)  ha declarado ante las cámaras que sólo se vacunará cuando las normas lo  permitan, porque él es un ciudadano como cualquier otro, que respeta  a los demás  y las reglas. Es un ejemplo. Pero en el Perú sería considerado como un tonto. 

En el  Perú, más bien, prevalece la Cultura del zampón. El mismo  Sagasti -quien  tuvo un  bien ganado prestigio entre los intelectuales que hemos recibido reconocimiento internacional- se metió en política. Aun  con escasos  votos del pueblo para congresista, podríamos decir que se zampó al Palacio de Gobierno. Nada raro, entonces, que tampoco haga cola para  vacunarse, o para cobrar. 

Otra característica mas  alarmante  que diferencia a un  gobernante peruano y un alemán: un alemán se puede quedar 16 años en el poder y no recibe una acusación En tanto el peruano -político de ocasión- dura  poco  y por lo que sucede en los últimos  veinte años, termina  acusado o encarcelado. Pero por lo general, sus  faltas son denunciadas solo tiempo después, o cuando un grupo que se disputa el poder le baja el dedo. 

Hoy  nos enteramos de que la cuestionada Ministra de Salud dejó el cargo, luego de una actuación vergonzosa, zampada en una responsabilidad que evidentemente no estaba a la altura de su capacidad. El Perú llegó a una cifra alarmante de víctimas y es señalado en el mundo por la mala  gestión en la crisis. 

¿Cuándo renunciará el Ministro de Transportes, que nos obliga al  absurdo de que no podemos usar el auto particular para exponernos a contagios en los servicios públicos de transporte? 

Por lo pronto, creemos  que la ex ministra de Salud no debe descansar en paz.