El día después

Sin miedo a equivocarme, creo que la gran mayoría de nosotros siente como si fuéramos protagonistas de la película El Día Después (The Day After) protagonizada por Jason Robards y John Lithgow, dirigida por Nicholas Meyer y estrenada en la cadena de televisión norteamericana ABC en 1983. Esta película, nos narra la historia de tres ciudadanos que sobrevivieron una guerra entre las fuerzas de la OTAN y del Pacto de Varsovia, que se intensifica rápidamente convirtiéndose en un intercambio nuclear a gran escala entre los Estados Unidos y la Unión Soviética.

Para nosotros, el intercambio nuclear se realizó este domingo pasado cuando acudimos a votar para elegir a nuestras próximas autoridades para el periodo 2021-2026. Según la ONPE, el padrón de electores, que es la relación de ciudadanos hábiles que tienen el derecho a voto, es de poco más de 25 millones de peruanos. Asistimos a las urnas para elegir al presidente y su plancha, a los miembros del congreso y a los representantes del país ante el parlamento andino.

Como ninguno de los candidatos elegidos obtuvo más del 50% de los votos según la ley electoral, nos toca ir a una segunda vuelta para elegir entre los dos más votados.

La segunda vuelta se realizará el 6 de junio entre el candidato de la izquierda radical: Pedro Castillo y una representante de la derecha: Keiko Fujimori.

Pero esta manera de elegir a nuestras autoridades no fue siempre así. La primera elección presidencial en el Perú tuvo lugar en 1827 y se dio gracias a la instalación del Congreso General Constituyente del Perú (1827) que aprobó una ley por la cual se arrogaba la potestad de elegir al Presidente y Vicepresidente de la República. En dicha elección, José de La Mar, ganó con 58 votos mientras su contrincante Andrés de Santa Cruz obtuvo solamente 29 votos.

Los primeros presidentes del Perú fueron elegidos por el Congreso, hasta que en 1845 el militar Ramón Castilla fue elegido por medio del colegio electoral. Sin embargo, tuvimos que esperar hasta el año 1872 para contar con el primer presidente civil de nuestra república, el señor Manuel Pardo y Lavalle, líder del recién fundado Partido Civil.

Durante más de 100 años tuvimos una república con elecciones democráticas que se llevaban a cabo más o menos de manera regular, sin embargo más de la mitad de la población no tenía el derecho a votar. Recién el 7 de septiembre de 1955 se extendió el derecho al voto a todas las mujeres (ley 12391), las que gozaban de ese derecho de manera restringida desde la Constitución de 1933 (art. 86).

 Pero tuvimos que esperar aun más, hasta la constitución de 1979 para que se aprobara el voto universal, ya que los analfabetos no habían podido ejercer su derecho a sufragar desde el 12 de noviembre de 1895 cuando se reservó el derecho al voto “solo a los ciudadanos en ejercicio que sepan leer y escribir”.

¿Cómo es posible que hayamos llegado a una situación como esta?, por un lado tenemos a un candidato de la extrema izquierda, con planteamientos radicales anti sistema, anti economía de mercado, anti democracia; con la expresa intención de nacionalizar gran parte de la economía del país, con los efectos desastrosos que ello traería y en la otra esquina tenemos como contendiente a una candidata que ha sido acusada y está siendo procesada por corrupción, pero que es pro mercado.

Debo admitir que estos resultados nos han tomado por sorpresa a la mayoría de peruanos, el que escribe incluido. Por ello, he estado analizando los posibles motivos por los cuales Pedro Castillo obtuvo el primer puesto en la votación del domingo.

Una de las conclusiones a las que he llegado (tal vez me equivoque) es que los electores que votaron por Castillo lo hicieron porque consideran que no tienen nada que perder; según su punto de vista no pueden estar peor.

Los electores de Castillo, en su gran mayoría del Perú profundo, son personas que han sido abandonadas por el estado desde hace muchos años. Ellos ven como se suceden los gobiernos uno tras otro, pero su situación sigue igual o empeora. Si antes no tenían agua, desagüe, luz, internet, etc, hoy en día con la pandemia, tampoco tienen postas médicas, hospitales, oxígeno, medicinas y menos todavía, vacunas. Para ellos el estado es un ente ausente que lejos de generar las condiciones para crear los puestos de trabajo que tanto necesitan, ven como los políticos se enriquecen a costa del pueblo.

Los peruanos de Castillo, asocian al político corrupto no importa de donde venga con la clase política limeña que ha estado enquistada en el poder durante los últimos 40 años, pasando por Toledo, García, Humala, PPK y finalmente Vizcarra y Sagasti. Estos peruanos quieren un cambio radical, quieren ser parte de ese cambio y ven a Castillo como la persona que les ha prometido cumplirlo. No importa si las promesas de Castillo traerán consigo la destrucción de la economía del país, ni de la estabilidad macroeconómica que tanto nos ha costado ganar durante los últimos 40 años.

Cuando los peruanos de Castillo escuchan de las discusiones de la clase política limeña acerca de la reforma de las AFP, no les importa mucho ya que ninguno de ellos tiene una cuenta previsional en una AFP. Cuando leen sobre la reforma constitucional, ninguno de ellos pierde el sueño, ya que la constitución es algo que no se aplica en la punta del cerro en donde sus rebaños mueren todos los años por el friaje ante la desidia y el abandono de las autoridades. Estos peruanos abandonados ven como las mineras se llevan las riquezas de sus tierras pero los impuestos que pagan (aunque ellos duden que los paguen) nunca se traducen en beneficio para las comunidades. Las comunidades en las que viven, ven contaminados sus ríos y lagos por malas prácticas de empresas mineras irresponsables (la minoría) pero que el estado nunca controla ni supervisa.

Estos peruanos olvidados, en lugar de contar con hospitales, colegios, electrificación, saneamiento, etc. cuentan con gobernadores regionales y alcaldes corruptos, que se roban o malgastan el dinero de los impuestos lo que impide que el aporte de la empresa privada se traduzca en un beneficio para ellos.

 Ante la segunda vuelta electoral, espero que los candidatos de centro y de derecha, como De Soto, López Aliaga, Acuña, Urresti, Lescano entre otros, sean capaces de superar sus egoísmos e intereses personales y puedan hacer frente común ante el peligro que representa el radicalismo de izquierda. Si bien podemos estar de acuerdo que Keiko Fujimori no es la persona idónea para gobernar el país durante los próximos cinco años, si estoy seguro que podremos vivir en un país con democracia y libertad económica con ella, algo que no será posible si gana el candidato de izquierda radical.

Recuerden lo que pasó en Bolivia cuando salió elegido Evo Morales con el mismo discurso de izquierda que Pedro Castillo. Evo Morales estuvo en el poder durante 13 años, hasta que tuvo que renunciar y fugarse del país ante denuncias de nuevo fraude electoral en su cuarta elección consecutiva.  

Como decían Marx y Engels en su Manifiesto Comunista hace más de 170 años: “Proletarios del Mundo, Uníos”. Yo les pido a los peruanos, “Trabajadores, empresarios, profesionales, estudiantes, amas de casa, jóvenes, uníos para defender nuestro derecho de vivir en libertad”, votemos por la derecha pero no con un cheque en blanco sino con un compromiso de velar por el bienestar del país y exigir la honestidad de nuestros gobernantes.