Guerra Fría regional amenaza la democracia auténtica en el Perú

Durante los aciagos años de la guerra fría, el comunismo ortodoxo o sistema de planificación central estaba condenado a colapsar en Europa Oriental por sus propias falencias, debiendo adoptar la economía de mercado para poder sostenerse y satisfacer las necesidades elementales y apremiantes de la población. En este conflicto, Sudamérica no estuvo integrada directamente al pacto defensiva de la OTAN, como sí lo estuvieron el Sudeste Asiático, Europa Occidental y el Mediterráneo.

Esta situación significó para Latinoamérica la necesidad de luchar sola contra la agresión ideológica bajo la influencia subrepticia y abierta de los grandes bloques beligerantes, dándole al continente una posición que determinó una elevada responsabilidad para sus dirigentes y fuerzas militares.

La característica esencial de este conflicto se dio en que un bloque actuaba en concordancia con una estrategia y una táctica, mientras que el otro lo hacía desarrollando una política de carácter espontáneo, moviéndose a la defensiva, tratando de contener la agresión.

Mientras un bloque establecía la dirección del ataque principal, América Latina no tenía claras las ideas esenciales con las cuales podía detener la agresión y ganar la guerra fría, hoy felizmente superada en el hemisferio norte.

Este conflicto se desarrolló en Sudamérica y se lleva a efecto en la actualidad con limitaciones en la defensa. Salvo contadas excepciones no hubo una estrategia nacional frente al peligro, ni tampoco una táctica interamericana apropiada y eficiente. Era necesario desplegar una estrategia hemisférica, el despliegue de la acción tenía que estar presidido por un pensamiento interamericano.

El comunismo se ha mantenido en Cuba y por influencia directa se ha extendido a otros países de la región. Acarrear a estar alturas el ideal totalitario para superar el subdesarrollo, significa una empresa de perversión monstruosa sobre la mentalidad de la gente. El socialismo retrae las economías, como sucedió en la extinta URSS, la China de Mao, Cuba y ahora en Venezuela. El deterioro de la economía comunista se traduce en riqueza para unos pocos y pobreza real para las grandes mayorías. La dicotomía cada vez más agresiva entre la nomenclatura y el pueblo se ha trasmutado en violencia represiva.

Frente a la crisis que vive el Perú, se promueve un nacionalismo exagerado que proyecta la culpa a otros países, agitando una fantástica solución de carácter centralista y totalitario por los senderos del poder burocrático y del partido único, que en el resto del mundo ha acentuado aún más las contradicciones y empobrecido aún más a los pueblos.

No se trata pues de cambiar al Virrey o al Inca por el dictador totalitario, sino de democratizar las actividades políticas y económicas permitiendo el desarrollo individual conforme a los valores consustanciales a la dignidad del hombre. Esta situación genera una gran responsabilidad en las fuerzas políticas latinoamericanas que concentra el interés global.

Hace 200 años en el Perú los patriotas renegaron de la Constitución Vitalicia de Bolívar, porque apuntaba a la instauración de una dictadura totalitaria. En el bicentenario, es inadmisible retrotraer nuestros esfuerzos a fórmulas arcaicas y desfasadas ya superadas en todo el mundo.

(*) Ministro Consejero (r) y Magister en Relaciones Internacionales  con mención en Promoción Económica.