Una nueva derecha

Derecha bruta y achorada. Así bautizó la izquierda de escritorio a los sectores más radicales del derechismo en represalia al sobrenombre que le habían puesto a principios de los años 2000: caviares. Aunque, a decir verdad, como después se comprobaría, esa izquierda caviar no llegase a veces ni a izquierda huevera. Que es lo mismo… pero diferente.

¿Son justos esos dos adjetivos calificativos? ¿Es genética e irremediablemente bruta, torpe, tonta, intelectualmente escasa la derecha peruana? ¿Es achorada, prepotente, envalentonada, violenta, fascista, amante de las botas sobre el cuello, matonesca?

Por el bien del Perú, esperamos que no. Anhelamos que no. Porque, así como los sucesos de noviembre de 2020, y las tres últimas elecciones generales en verdad, demostraron que hay una izquierda vivita y coleando en el Perú, esta reciente segunda vuelta ha marcado el nacimiento claro y contundente de una derecha que no es más insular, timorata y de gabinete, ni tampoco un anacronismo de unos cuantos señorones despistados por ahí.

La segunda vuelta marcó el nacimiento de una nueva derecha con tinte popular. La pregunta ahora es cómo quiere ser ese espacio político emergente, cuál quiere que sea su rostro y su espíritu. Bruta, achorada, o una alternativa política que ofrezca al país caminos viables para su crecimiento y desarrollo libre y democrático.

Algunos prefieren dar por sepultada la distinción clásica de derechas e izquierdas. Eso suena bonito, pero en la práctica, la gente se identifica con una de las dos posiciones, aunque no sepa bien de qué se tratan estos conceptos ni quiénes los integran. Porque sin importar cómo se definan los partidos que hoy forman la izquierda y la derecha peruana, existe un imaginario colectivo que identifica a la izquierda con la justicia social y a la derecha con el orden social. Y eso no es necesariamente cierto. Es más: la historia señala que suele ser al revés.

Ahora que Pedro Castillo ha confirmado que tomará el camino controlista que sabíamos que tomaría de todos modos, en un discurso que fue nada más la lectura del Ideario de Perú Libre escrito por Vladimir Cerrón, se hace mucho más necesario el contrapeso de una derecha que sepa cumplir el rol histórico que le ha tocado en suerte. Porque sabemos que en el modelo Evo Style que propone el presidente, después de la primavera inicial con la lluvia de millones anunciada, la expectativa de la llamada “justicia social” se irá alejando poco a poco para pasar más bien al escenario de un “orden social” en que las libertades irán brillando por su ausencia.

Y ya empezaron a ausentarse: ¡servicio militar obligatorio para los jóvenes que no estudien ni trabajen!, ha dicho, como si fuera el dueño de las decisiones de los ciudadanos.

Sin embargo, durante la irrupción de esta nueva derecha hemos observado algunas características que es necesario señalar y comentar.

La primera es que ya no se aglutina alrededor del fujimorismo ni permanece en la burbuja de partidos tradicionales como el PPC o sus desgloses, como fueron Somos Perú o Solidaridad Nacional, sino que manifiestan distintas vertientes como, por ejemplo, los movimientos libertarios, hasta hace poco, una rareza en el país.

Por supuesto, la izquierda ha tratado de meter a todos en un mismo saco o enfocarse en los grupos más extremistas; si ellos se quejan del terruqueo, habría que hablar del naranjeo o fujimoreo y el fachisteo. Igual que dije aquí en primera vuelta, que no estamos de acuerdo con terruquear ligeramente a nadie, tampoco estamos de acuerdo con que se ponga esos motes a personas que no se alinean con el pensamiento de izquierda, como si fuese un dogma que abrazar so pena de hoguera. Y ahora la hoguera es el Twitter, como ya sabemos.

¡Hasta a Chabuca Granda le han dicho facho! Todo el que no es caviar hoy, es tratado como si fuese un apestado, un retrógrado, como si el socialismo representase la superioridad moral. Bueno, queridos caviarones, entérense: hay una derecha y piensa por su cuenta.

Lo segundo que hemos podido notar es que esta nueva derecha quiere identificarse con los ideales democráticos; sus integrantes se llaman a sí mismos “demócratas” y eso parece bastante noble. Pero es importante que la nueva derecha asuma que lo más importante en la democracia no es la democracia por sí misma, sino cuando esta cumple con amparar el ejercicio pleno de las libertades ciudadanas: de todos los ciudadanos; y que no se puede llamar demócrata quien discrimina o excluye a alguien por prejuicios o fobias.

Esto marca y marcará la diferencia con la izquierda socialista siempre, porque –caviar o extremista– las izquierdas no creen en las libertades, o creen a medias y las relativizan a su conveniencia, las subordinan para saciar su hambre de control. No saben convivir con la libertad, creen que siempre es necesario que Papá Estado diga al ciudadano hasta cómo respirar.

Lo que sucedió en el Parlamento con la elección de la mesa directiva fue un claro ejemplo de esto. Los congresistas tienen todo el derecho de postular siempre que cumplan con los requisitos del Reglamento. Pero no pueden ni lloriquear por las esquinas y clamar boicot porque no supieron adecuarse a las normas y quedaron excluidos, como los morados; ni creer que si no lo eligen a él entonces ha perdido la opción democrática, como el almirante Montoya, quien se ha equivocado si cree que la vida civil debe ser un cuartel donde todos obedezcan sin dudas ni murmuraciones.

Lo mismo en el asunto de la entrega de la banda presidencial. Las formas democráticas deben cuidarse escrupulosamente y no ceder ni a los chantajes de la turba, en las calles o en las redes sociales, ni a los propios arrebatos impetuosos.

Hay que aprender a convivir con la libertad. Ese es un valor que una nueva derecha debería abrazar ahora que sabemos que el controlismo estatal anunciado por este régimen empezará pocos a poco su tarea de restringir las libertades ciudadanas, entre ellas las libertades económicas.

Se puede ser firmes en las convicciones sin achoramientos ni prepotencias.

En ese sentido, aunque lo resienta un sector de la derecha que llama a la confrontación permanente, hizo bien el fujimorismo en bajarle a la olla de presión y ceder espacios en la Mesa Directiva. De lo contrario, se corre el riesgo de pisar el palito de la victimización que encanta a las huestes de Cerrón y Verónika, y en la que son expertos sacándole el máximo rédito político. Ya vieron que mientras Castillo anunciaba barbaridades, ellos estaban enfocados en desacreditar al nuevo Congreso. Eso no es espontáneo.

Por eso, ni achorada ni bruta, señores.

Aquí queremos recordar una lección tremenda que desde las libertades tuvimos a principios de los años 90 en la captura de los cabecillas de Sendero Luminoso y su derrota. Después de una década de ser brutos y achorados en la lucha antisubversiva, sin ningún resultado, un grupo de policías de Inteligencia, encabezados por Ketin Vidal, entendieron algo: no podrían derrotar a Abimael sin pensar como Abimael. Y se dedicaron a estudiarlo hasta conocer todas sus estrategias y tácticas. Así, dos años después, Sendero cayó como un castillo de naipes.

Con esto no estamos terruqueando a nadie ni diciendo que hay que volver a derrotar a Abimael reencarnado en Pedro Castillo o algo así, no se equivoquen; pero tampoco pecaremos de ingenuos como si los herederos ideológicos de Sendero Luminoso y el MRTA no se hubieran sabido reciclar y lograr espacios en el nuevo régimen o por lo menos ser sus aliados estratégicos.

A la bruta, a la mala, con solo el ímpetu, empuje, marchas y arengas, o caballazos congresales, no se logrará defender las libertades ciudadanas en los próximos cinco años. Si hay una nueva derecha que quiere tener un espacio político que protagonice esa defensa, tendrá que hacerlo siguiendo el ejemplo del GEIN y de Ketin Vidal: conociendo a fondo a los enemigos de las libertades, entendiendo cómo piensan para anticiparse a los pasos que den, porque tampoco es algo que no se conozca, aunque siempre busquen refinar sus métodos como ha advertido Cerrón en el video que todos hemos visto hace poco aleccionando a sus camaradas.

Algunos creen que las elecciones de 2021 se perdieron por obra de la casualidad, que Castillo y Cerrón han llegado al poder y aupado con ellos a la izquierda de un extremo a otro por obra de la fortuna, pero esa es una lectura triunfalista y miope. La verdad es que las elecciones de 2021 se perdieron para las opciones democráticas en julio de 2016 cuando, en un arranque temperamental y prepotente, Keiko Fujimori decidió declararle la guerra a PPK.

Ofuscada por su rabia, no solo invirtió todo su capital político, sino que tomó prestado el de toda la derecha peruana que la apoyó, y lo malgastó para obtener a cambio lo que se conoce como una “victoria pírrica”. “Otra victoria como esta y volveré solo a casa”, dijo en la Antigüedad el rey Pirro, y es lo mismo que debería decir la derecha cuando invierte todas sus fuerzas en triunfos inútiles como la renuncia de Kuczinsky, mientras en la otra orilla la izquierda se frotaba las manos porque sabía que eso le ponía el país en bandeja.

¿O qué creían que iba a pasar cuando apoyaban al dirigente del Sute Conare Pedro Castillo para boicotear la evaluación magisterial, y le daban micrófono en el Parlamento sabiendo quiénes eran sus socios políticos en el extremismo del Movadef?

Eso es ser bruto, eso es ser achorado, aunque duela escucharlo. La nueva derecha tiene que mirarse en ese espejo, saber lo que cuesta la insensatez, el no medir las consecuencias, el no calibrar al adversario de las libertades. Eso es no considerar lo que dijo Sun Tzu en el arte de la guerra: “Si conoces al enemigo y te conoces a ti mismo, no temas el resultado de cien batallas. Si te conoces a ti mismo, pero no conoces al enemigo, por cada batalla ganada perderás otra; si no conoces al enemigo ni a ti mismo, perderás cada batalla”.

Es muy importante para el país que exista una derecha, una nueva derecha defensora de las libertades frente a los afanes controlistas, sobre todo si estos han tomado el poder, como ocurre ahora. Pero es más importante que esa derecha esté a la altura de las circunstancias, siendo preparada, estratégica y profundamente democrática.

(*) Emma Cadenas Mujica (Lima, 1966) es una periodista, escritora, docente, teóloga y cantautora peruana transgénero. Se declara anarcolibertaria. Ha publicado novelas, poemarios, libros de gastronomía y teología. Ha sido directora y editora general de distintos diarios, revistas y periódicos digitales los últimos treinta años y enseña Periodismo hace veinte años. También ha sido productora y conductora en distintas televisoras. Hoy es guionista de Contracorriente (Willax TV), conduce el espacio digital Sin Maquillaje y dirige el portal La Yema del Gusto. Como experta pisquera, es creadora y directora de la Semana del Chilcano. Alista dos publicaciones en 2021: Emma frente al espejo (crónica autobiográfica) y Jesús LGTBIQ+ (ensayo de divulgación teológica), y una producción discográfica: Grito de Valk