

Este fin de semana tuve la oportunidad de disfrutar de nuestro mar peruano. No crean que lo hice desde un velero en alta mar o de un yate con capitán y marineros a bordo. Estuve en una de nuestras bellas playas del sur de Lima, en donde llevé a Máximo y Matilda para que puedan correr a sus anchas.
Habiendo pasado casi todos los veranos de mi niñez en el balneario de Ancón y viviendo en un distrito de Lima próximo al mar, muchas veces no apreciamos lo afortunados que somos los limeños al vivir al pie del mar. Lima es la única capital de América del Sur que se encuentra en la costa. Ni Santiago, ni Buenos aires, ni Bogotá, solamente para mencionar algunas de las capitales de nuestro continente, tienen la suerte de tener el mar a sus pies.
Según el artículo 54 de la Constitución “El dominio marítimo del Estado comprende el mar adyacente a sus costas, así como su lecho y subsuelo, hasta la distancia de doscientas millas marinas medidas desde la línea de base que establece la ley. En su dominio marítimo, el Estado ejerce soberanía y jurisdicción, sin perjuicio de las libertades de comunicación internacional…”. Según nuestra propia constitución, el Perú ejerce soberanía sobre las primeras doscientas millas del mar peruano a diferencia de muchos otros países que han firmado La Convención de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo del Mar (CNUDM) en el cual los estados firmantes solamente reconocen soberanía sobre las primeras doce millas del mar territorial.
Conforme a los artículos 3, 4, 55 y 76 de la CNUDM de 1982, a los Estados se les reconocen tres zonas marítimas, además de la plataforma continental: mar territorial, zona contigua y zona económica exclusiva. Sin embargo el Perú no ha suscrito dicha convención al defender su tesis de las doscientas millas.
El primero de agosto de 1947, mediante el Decreto Supremo 781, elaborado por el Ministro de Relaciones Exteriores del Presidente Luis Bustamante y Rivero, se proclamó ante el mundo la soberanía y jurisdicción sobre las 200 millas de mar adyacente al territorio del Perú. El historiador Arce explica que este decreto buscaba proteger los recursos hidrobiológicos del mar peruano, que en esos años eran pescados indiscriminadamente por flotas extranjeras. Según el especialista en derecho internacional Lozada Tamayo “La tesis parte de la teoría de la compensación. Los países del Pacífico sur, al tener una costa árida y poco productiva para sostener a las poblaciones, tenían el derecho de extender su soberanía hacia el mar para aprovechar sus riquezas”.
A pesar que el Perú reclama soberanía sobre las 200 millas marinas, lo cierto es que la pesca ilegal es una realidad que depreda nuestro mar y le causa un perjuicio económico al Perú. Según las últimas cifras de PRODUCE que pude encontrar, el país pierde alrededor de 500 millones de dólares al año por la pesca ilegal.
Otro de los grandes problemas de nuestro mar es la contaminación ambiental, por cuanto un gran porcentaje de las aguas residuales (los desagües) llegan directamente al mar sin ser tratadas previamente. Solamente en Lima, casi el 10% de las aguas residuales de toda la ciudad no son tratadas. A nivel nacional la cifra es mucho peor, casi el 50% de las aguas residuales que llegan al mar, los ríos y lagos no son tratadas.
Me imagino que ustedes se estarán preguntando a cuenta de qué hago toda esta presentación de nuestro maravilloso mar peruano. La respuesta es simple. Durante la última semana se ha discutido mucho en los medios sobre si debiéramos contaminar nuestro mar con las cenizas del genocida Abimael Guzmán.
Soy de los que afirma que el cuerpo de Guzmán se debiera lanzar al mar, ya sean sus cenizas o el cadáver. No veo por qué debería de dársele algún respeto o consideración a una persona que fue responsable de miles de muertos, mutilados y heridos en el Perú.
Considero un insulto a las víctimas del terrorismo y a sus familias que se pretenda entregarle el cuerpo a los familiares, tal y como lo han propuesto diferentes figuras de Perú Libre, como el congresista Bermejo. Peor aún es el hecho que durante la votación en el Congreso sobre el proyecto de ley que le permite al sistema judicial, jueces y fiscales a disponer del cadáver de un terrorista que muere en prisión cumpliendo su sentencia “en caso de afectación a la seguridad o el orden público”, que 32 congresistas de Perú Libre hayan votado en contra de dicho proyecto de ley y 14 se hayan abstenido, incluyendo a 10 de Acción Popular. ¿Qué diría el presidente Fernando Belaunde Terry de la abstención de sus partidarios?
Nuestra democracia no puede ser débil, no puede ser boba. No podemos dejar que los terroristas utilicen al sistema democrático para llegar a concretar su fin, tomar el poder. No podemos ser indiferentes ante el avance del terrorismo en nuestros días.
Cuando terroristas exiliados en Bolivia como Alex Chaman organizan encuentros para “honrar la memoria del mayor revolucionario de la historia” la Cancillería debería de emitir una nota de protesta ante el Gobierno boliviano de manera inmediata. Cuando grupos de izquierda organizan vigilias o actos públicos de reconocimiento al asesino Guzmán frente al consulado de Perú en Berna, Suiza, o en plazas en Turquía o Alemania, la Cancillería inmediatamente debería presentar cartas de protesta ante estos países. La pasividad del Gobierno ante actos de apología al terrorismo es inaceptable, ya sea dentro de nuestro territorio o en el extranjero. Me pregunto: ¿qué pasaría si un grupo de peruanos organiza una conmemoración en honor al genocida Hitler frente a la embajada de Alemania en el Perú? Lo mínimo que podría esperarse es una nota de protesta del Gobierno alemán. ¿Dónde está la nota de protesta del Gobierno peruano? Exigimos que se publique.
No olvidemos la frase del poeta y filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, escrita en la entrada al bloque 4 del campo de Auschwitz: “Un pueblo que no recuerda su historia está condenado a repetirla”.
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