La silla turca: Intento de dar una explicación

Recuerdo que, en el primer ciclo de la Universidad, en el curso de Lenguaje y Comunicación, estudiamos a Umberto Eco (1). En 1985, en una etapa preinternet, se anticipaba a una agresiva masificación de la información y de sus efectos. Hablaba del peligro de “achatar” la cultura a efectos de que pueda ser accesible o entendida por todos (con la consecuente pérdida de detalles importantes y quien sabe la creación de una “sub cultura”) y por otro lado del peligro que representaba la creación de mayores expectativas en un público más informado, más demandante versus la oferta realmente recibida por el mercado y por los servicios públicos. Como se diría hoy: expectativa versus realidad.

Vivo en Lima hace más de 40 años y siempre es grato seguir conociendo o regresar al interior del Perú. Gracias a Dios, en el último año y por diferentes motivos, he visitado cuatro lindas ciudades como son: Ica, Ayacucho, Trujillo y Cusco.

A todas ellas, excepto Ayacucho que recién conocí el año pasado, me han atado periodos laborales o de estudios. En todas estas ciudades he podido apreciar mejoras o por lo menos cierta similitud en limpieza, calles libres de ambulantes, acceso a centros comerciales, crecimiento de la ciudad con nuevas urbanizaciones y construcciones y mayor bonanza en general. Todo ello lo comparo respecto de mi visión entre la década del 70 y la década del 2000.

Sin embargo, veamos puntualmente los servicios financieros. Es coincidente y triste comprobar que en esas cuatro ciudades (y seguramente en el resto de las ciudades del Perú) la gente está “dispuesta” o no tiene otra alternativa, que hacer colas de más de una hora, literalmente en la calle, para efectuar alguna operación bancaria.  Es increíble ver cómo se forman filas de más de 30 personas, tanto que ya son parte del paisaje, y al ciudadano local aparentemente no le llama la atención.

Cuando estuvo a punto de nacer mi última hija en la ciudad en que vivíamos en provincia hace 17 años y después de recibir información de muchos casos de mala praxis médica, decidí que naciera en Lima, a fin de asegurar la tranquilidad familiar.

Dicho esto y si nos ponemos a pensar en la brecha de los servicios de salud, en la brecha de los servicios educativos, en la posibilidad de crecimiento profesional y éxito económico, podremos comenzar a explicarnos cómo un público con grandes y justificables expectativas, puede no estar conforme con el crecimiento del país de los últimos años y cómo este caldo de cultivo puede generar grupos y partidos políticos que quieren romper la institucionalidad y el status quo que no supo acortar estas brechas.

Dejaría la pregunta en el aire. ¿Un banco grande en Lima, podría mantener gente en la calle diariamente y a toda hora, haciéndola esperar una hora antes de atenderla? ¿No será que los reclamos en Lima, sí se escuchan o en todo caso en provincia no son lo suficientemente mediáticos como para atenderlos?

Cuando estas respuestas tienen diferentes matices para realidades similares (solución para el que está más cerca o es más influyente y postergación para el lejano), el raciocinio del electorado se vuelve irracional, pues ya no eligen con el cerebro, eligen con el corazón o el hígado y tenemos ahora como consecuencia un presidente incapaz, cuestionado seriamente y que después de este intento de vacancia, ojalá por el futuro de nuestros hijos, dé señales de reacción hacia lo que al Perú le conviene.

* Umberto Eco (Alessandria, 5 de enero de 1932-Milán, 19 de febrero de 2016) ​ fue un semiólogo, filósofo y escritor italiano, autor de numerosos ensayos sobre semióticaestéticalingüística y filosofía, así como de varias novelas, entre ellas El nombre de la rosa.