El Tren Thomas y sus Amigos

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Uno de los juegos favoritos de mi hija cuando era pequeña, era el gracioso tren llamado “Thomas”, el cual recorría la Isla de Sodor en divertidas aventuras con sus amigos. Esta serie británica, que tiene a trenes con rostros humanos como personajes, puede resultar muy extraña para nuestra realidad, en donde casi nunca hemos visto un solo tren.

Recuerdo mi fascinación al subirme por primera vez a un tren, en el trayecto de Cusco a Machu Pichu e impresionarme con algo tan grande como el vagón de un tren recorriendo las montañas sobre los rieles. Toda una aventura. 

Estados Unidos de Norteamérica es un país del primer mundo gracias a los trenes. Su red ferroviaria es la más larga del planeta, con 225,308 kilómetros de vías operativas y las líneas están en manos privadas.

En los inicios del siglo 19, los americanos observaron con interés el desarrollo de los trenes en el Reino Unido. Ellos intuyeron que necesitarían una vasta red de comunicación para recorrer su nuevo país y poder trasladar mercaderías y personas de una costa a la otra. En 1829, Massachusetts preparó un plan para desarrollar la red ferroviaria. El apoyo del gobierno federal, a través del Cuerpo de Ingenieros del Ejército, fue crucial para ayudar a la empresa privada a construir casi todos los ferrocarriles del país. Los oficiales del Cuerpo de Ingenieros, inspeccionaron y seleccionaron las rutas; planificaron, diseñaron y construyeron derechos de paso, vías y estructuras, e introdujeron el sistema de informes al Ejército y la rendición de cuentas a las compañías ferroviarias. Los gobiernos estatales concedieron cartas que creaban la corporación empresarial y otorgaban un derecho de dominio eminente, lo que permitía comprar los terrenos necesarios, aún si el propietario se oponía.

El primer ferrocarril transcontinental de Estados Unidos, se construyó en la década de 1860, uniendo la red ferroviaria del este de Estados Unidos con California. Autorizado por la ley de Ferrocarriles del Pacífico de 1862 y fuertemente respaldado por el gobierno federal, el ferrocarril transcontinental fue uno de los logros mas importantes del presidente Abraham Lincoln. Las dos empresas designadas por el gobierno para su construcción fueron la Union Pacific Railroad y la Central Pacific Railroad, que construyeron la línea hacia el oeste y este respectivamente. La construcción del ferrocarril estuvo motivada, principalmente, por la necesidad de mantener unido al país durante la Guerra Civil estadounidense. Una vez construido, se aceleró la ocupación del Oeste por parte de los colonos, lo que condujo al rápido cultivo de nuevas tierras agrícolas, además de la capacidad de transportar mercancías y personas, hasta las ciudades industrializadas en la costa Este.

Según he podido averiguar, muchos de los ferrocarriles estadounidenses utilizaban diferentes anchos de vía, pero con la estandarización que se dio en 1886 la mayoría se convirtió a 1,435 mm. Ello permitió la creación de una verdadera red ferroviaria que una al país inclusive con sus vecinos de Canadá y México.

La historia de los ferrocarriles en Estados Unidos fue de éxito, mientras en nuestro país, fue una historia de fracasos, quiebras y lo que yo llamo visión de corto plazo.

El transporte ferroviario en Perú, nunca formó una red propiamente dicha. Estuvo formada por líneas separadas, muchas veces con anchos de vía diferentes, que iban desde la costa hacia los Andes y que fueron construidas para transportar mercaderías antes que a personas.

El inicio de los ferrocarriles peruanos se remonta a los contratos otorgados a los empresarios estadounidenses Henry Meiggs y W.R. Grace Company. A fines de la década de 1880, el Ferrocarril Central, el Ferrocarril del Sur y otros pequeños pasaron a ser controlados por la Peruvian Corporation, empresa registrada en Londres y propiedad de Michael y William R Grace. En 1972 fue nacionalizada por el gobierno izquierdista de Velasco, llamándose Empresa Nacional de ferrocarriles del Perú. En 1999 se privatizaron las líneas y surgieron el Ferrocarril Central y el Ferrocarril del Sur, entre otros.

El ferrocarril más extenso del Perú y que todavía opera, fue construido por Meiggs. Tiene 940 kilómetros de extensión y parte del puerto de Mollendo y pasa por Arequipa para llegar a la ciudad de Juliaca. Aquí se bifurca en un ramal que recorre la orilla del lago Titicaca camino a la ciudad de Puno y otro se dirige a la ciudad de Cusco.

La ruta mas conocida es la que une la ciudad imperial de Cusco con Machu Pichu. Tiene 110 kilómetros de longitud y una trocha angosta de 0.914 metros. En 1927 la Peruvian Corporation tomó este ferrocarril por poco tiempo, ya que en 1931 lo retomó el Estado peruano. En 1997-98, a raíz del fenómeno de El Niño, un alud de barro destruyó parte de la línea que va a Quillabamba, inaugurada inicialmente en 1978. Sin embargo, por la desidia e ineptitud de las autoridades, este tramo todavía no ha sido reconstruido hasta la fecha, ni tampoco ha sido privatizado. Desde el año 2011 existen dos operadores que dan servicio en la ruta Cusco a Machu Picchu: Perú Rail e Inca Rail.

A pesar de que los trenes tienen la capacidad de sacar a nuestro país del subdesarrollo y la miseria en la que nos encontramos, los gobiernos de turno nunca le han dado la importancia que se merece. ¿Recuerdan las promesas de campaña de PPK de hacer un tren de cercanías? ¿Recuerdan el ofrecimiento de Avanza País de construir un tren desde Tumbes a Tacna? En estos tiempos, que vivimos un paro de transportistas de carga, los cuales amenazan con el desabastecimiento de alimentos a nuestra capital, una red de ferrocarriles nos aseguraría el suministro ininterrumpido de todo tipo de mercancías en los mercados. Ni qué decir del conflicto de Las Bambas, en el cual los comuneros a lo largo del corredor minero, extorsionan a la mina con bloquear la carretera si no les pagan millonarias sumas. Con la construcción de una vía férrea, se solucionaría el problema.

Hay tanto por hacer en nuestro país, pero tan pocos políticos con amor a la patria.

Como decía Charles Barkley: “A veces esa luz al final del túnel es un tren”.

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