Coca, amapola y lavado de dinero

Por: Jorge Chàvez

El Perú es líder mundial exportando coca y un pilar en la exportación de látex de amapola, insumo de la heroína y el opio. El precio de la heroína en el mercado internacional es más elevado que el de la cocaína.

El poder económico y político de estas mafias se ha expandido década tras década y ha penetrado gobiernos locales y regionales escalando en los últimos años hacia el Congreso y el gobierno nacional a través del financiamiento de campañas electorales.

Cajamarca es uno de los focos del narcotráfico en el Perú. Ahí operan más de 60 firmas que acopian y trafican conjuntamente pasta básica de cocaína, látex de amapola e incluso heroína. Chota y Celendín son las principales provincias productoras de estas drogas, siendo Bambamarca (capital de la provincia de Hualgayoc) el gran centro de acopio y distribución hacia Lambayeque, según Jaime Antezana en “El narcotráfico en el Perú y en el norte del Perú” (Lima 2012). Los sembríos de amapola florecen en Cajamarca, Amazonas y Piura, extendiéndose a Huánuco, San Martín y Áncash. En los últimos años también han ingresado a Huancavelica, La Libertad, Lambayeque, Pasco, Junín y Lima (Canta), Ayacucho, Apurímac y Cusco.

Chota no sólo es centro de producción, sino lugar obligado de tránsito de la droga hacia Lambayeque y la frontera con Ecuador. Tanto para las firmas acopiadoras apertrechadas en Bambamarca como para los capos mayoristas en Lambayeque es fundamental que las plantaciones sean clandestinas y que en el trayecto no exista control policial. Desde hace mucho, la red viene movilizando ronderos o seudo ronderos para actos de bandolerismo y sabotaje contra proyectos mineros cercanos a las plantaciones. Por ejemplo, en 2009 el proyecto minero Río Blanco, en las cabeceras de cuenca de las provincias piuranas de Huancabamba y Ayabaca, sufrió el ataque de seudo ronderos que, para proteger los cultivos de amapola, arremetieron contra el campamento quemándolo y matando a dos vigilantes y dejando siete desaparecidos. En 2015 tres trabajadores fueron hallados muertos. El sueño de esta red mafiosa es capturar el Ministerio del Interior y el Ministerio de Defensa, para desde ahí poder anular la acción de la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas.

Los ingresos ilegales generados por las firmas productoras, acopiadoras y distribuidoras a lo largo de toda la cadena de valor del narcotráfico requieren de mecanismos de “lavado de dinero”. Así, en Bambamarca y Chiclayo han surgido hoteles, casinos, casas de cambio, discotecas, tragamonedas, patios de comida, cines y otras empresas de “fachada” que mezclan las ganancias provenientes de actividades ilícitas con fondos de procedencia legítima. Para no ser detectadas, disfrazan a sus verdaderos dueños utilizando una red de testaferros. La empresa de fachada realiza movimientos financieros usuales filtrando ilícitamente dinero lavado en sus operaciones.

Aparte de esos negocios, hay tres sectores estratégicos para el lavado de dinero al por mayor: el sistema financiero, las universidades y las empresas de transportes. Los dos primeros le permiten amplificar el lavado y hacerse de una reputación comercial, social y política, mientras que un servicio de transporte informal es fundamental para el traslado camuflado de la droga y los insumos que permiten producirla.

Al ofrecer bienes y servicios a precios por debajo de su costo real, las empresas de fachada generan una competencia desleal y distorsionan los precios de mercado por el lado de la oferta y de la demanda, puesto que gastan en viajes, fiestas, compras de lujo, financiamiento de equipos de futbol y compra de candidatos políticos que luego quedan comprometidos. La demanda artificial da lugar a un aumento también artificial de los precios.

Según la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), del 2010 al 2016 se lavó más de US$ 13 mil millones en el Perú. (…)

EN LAS REDES

En el Sur, en el Vraem, nadie llama ronderos a los guachimanes o paramilitares que cuidan las plantaciones de coca de los Quispe Palomino y otros poderosos.  Al norte de Cajamarca, hasta Jaén, se les llama ronderos a los guachimanes o paramilitares que cuidan las plantaciones de amapola. Así como hay una tolerancia a la coca del Vraem, que sale por Bolivia, hay una tolerancia a la amapola del Norte, que sale por Ecuador.