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El comunicado de las Fuerzas Armadas en respuesta al primer ministro es una pieza medular en el proceso político de muchos años en el país.
El comunicado prueba que las Fuerzas Armadas no forman parte y no secundarán ningún plan para la captura del poder comunista en el Perú.
La receta para someter a un país fue elaborada hace mucho por la KGB soviética, siguiendo los principios del revolucionario italiano Antonio Gramsci. La URSS intentó aplicarla incluso en Estados Unidos, y parece evidente que durante décadas ha logrado influenciar el pensamiento mayoritario de la academia -las universidades- y de los poderes del Estado norteamericano.
La primera fase del proceso de la captura del poder se llama desmoralización. Puede durar 20 años. Para tomar el poder es indispensable que la población haya llegado a la convicción de que la corrupción y la podredumbre del país y de la clase política especialmente no tiene remedio y es necesario que se vayan todos.
En cuanto a nosotros, su éxito es evidente. Veinte años atrás los peruanos estaban legítimamente orgullosos de su páis, de la victoria sobre el terror senderista y emerretista, de la reconstrucción de la economía luego de vencer a la inflación. Pero el retroceso de quienes han gobernado el Perú en los últimos 20 años ha sido sistemático en todos los órdenes, Los peruanos lo saben.
Este ha sido el producto del plan ejecutado por el eje La Habana-Caracas y sus aliados locales, Evo Morales y Vladimir Cerron para tomar el poder no solo en el Perú sino en toda América Latima. Especialmente en el Perú, sin embargo, porque posee la mayor reserva de recursos naturales para la economía del siglo XXI.
Esto es lo que está en disputa, no ya un asunto ideológico. La ideología comunista no es sino el factor que permite reclutar en calidad de sicarios a los gobiernos de Cuba y Venezuela para la lucha por el espejismo comunista, en el que el patrón dejó de creer hace mucho.
La segunda fase de la captura del poder se llama desestabilización. Toma cuatro o cinco años. En nuestro caso comenzó con la primera vacancia de la Presidencia, en 2018, que nos ha llevado al hoyo negro en que nos hallamos hoy sin una salida. Este es el escenario en el que la descomposición del poder se acelera, donde ocurre la disolución de facto del Congreso, una segunda vacancia, el colapso de un gobierno por acto de la calle, un gobierno de dudosa transición, gabinetes que caen uno tras otro, elecciones sin legitimidad, otro gobierno incompetente y, finalmente, dos intentonas fallidas de la oposición de vacar nuevamente la Presidencia, como si esta fuera la solución. Esto es desestabilización planeada, provocada usando a la oposición como tonto útil.
Hoy el cerronismo y la caviarada se encuentran al fin en la misma orilla para la captura del poder. La caviarada, ingenuamente, para poner legalmente a la vicepresidenta en Palacio de Gobierno. El cerronismo para generar el caos que permita la captura de facto del poder. Han enviado mensajes al país en el sentido de que podrían unirse a la oposición para vacar la Presidencia, ya sea legalmente o al margen de la ley, la Constitución, la democracia y el Estado de Derecho. Están seguros de que la oposición morderá el anzuelo. Durante un año ha tratado sin éxito de vacar la Presidencia actual y hoy continúa mecánica y neciamente en ese propósito, incluso al costo de ser el furgón de cola del golpe.
El plan de la oposición es inviable. Pasa por provocar otra vacancia más para poner en Palacio al presidente del Congreso sin tener idea siquiera de quién será elegido para encabezar el Legislativo el próximo 26 de julio, en dos semanas. La oposición no es consciente de que el vacío de poder que otra vacancia traería consigo es exactamente lo que espera el eje La Habana-Caracas para tomar el poder.
Es así como hemos llegado, finalmente, al borde de la captura del poder. Solo que algo falla. Hay una pieza fundamental que no está en su sitio.
La captura del poder requiere del control absoluto de las Fuerzas Armadas. Durante un año se ha especulado sobre el avance del enemigo en ese objetivo. El consejo de Fidel a Hugo Chávez fue dirigir todo el servicio de inteligencia a vigilar no al adversario político, sino a las Fuerzas Armadas para premiar a los incondicionales y encarcelar o asesinar a los que resistieran.
Pero el comunicado del Comando Conjunto prueba que las Fuerzas Armadas no servirán a la captura del poder en el Perú. Ha fallado la pieza clave del plan del enemigo.
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