La Banda Presidencial

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Cada vez que un nuevo primer mandatario es investido en el Congreso el 28 de Julio, se le coloca la banda presidencial.

La banda es símbolo de autoridad y continuidad y sólo es utilizada por el presidente en ejercicio. Cuando termina su mandato, la entrega a su sucesor en la ceremonia respectiva. Esta es una práctica muy común en América Latina.

El posible origen de esta tradición se remonta a las bandas que lucían los gobernadores españoles como parte de sus condecoraciones, que eran de color blanco y azul. En Latinoamérica, la mayoría de dirigentes de las nuevas repúblicas adoptaron el uso de la banda presidencial como un símbolo distintivo en su calidad de jefe de Estado. La banda, que suele contener los colores de la bandera y el escudo nacional, es usada por los mandatarios en ceremonias oficiales, no bien asumen el cargo, y en los desfiles militares.

José de la Riva Agüero, en 1823, fue el primer presidente peruano en llevar la banda presidencial bicolor, como distintivo del poder que ejercía. Aunque no fuera un presidente nacido de la voluntad popular, sino mediante un golpe de estado.

La historia de las bandas presidenciales es casi tan anecdótica como nuestro país. Aquí les comparto algunas de ellas: en 1985 cuando Alan García asumió la presidencia, no esperó a que Luis Alberto Sánchez le colocara la banda presidencial, sino que se la colocó él mismo (debió estar apurado).

Durante el autogolpe de 1992, el entonces senador Raúl Diez Canseco, consiguió que el ex presidente Fernando Belaunde le prestara su banda para que el vicepresidente Máximo San Román pudiera juramentar al cargo con una banda presidencial (¿se la habrá devuelto?). Fue un gesto simbólico porque como todos sabemos, el poder real lo ejerció Fujimori.

En el año 2000 la presidenta del Congreso, Martha Hildebrandt,  le colocó la banda presidencial al revés a Alberto Fujimori. (¿Habrá presagiado el fin del régimen?). En el año 2006, el presidente Toledo se retiró del Parlamento sin entregar la banda presidencial a la titular del Legislativo, Mercedes Cabanillas (sus malas costumbres lo traicionaron).

En el año 2011, el saliente presidente Alan García le entregó la banda presidencial al jefe de la casa militar de palacio en lugar de llevarla él mismo al Congreso.

Como han podido leer, la historia de la banda presidencial en el país, es casi tan convulsionada como la de nuestra política. Sin embargo en este artículo no me quiero centrar en esa banda presidencial -la que llevan puesta los mandatarios- sino que voy a referirme a la presunta banda presidencial de delincuentes que tendríamos en el Ejecutivo y que estaría encabezada por el presidente Castillo, según las declaraciones de los colaboradores eficaces.

Para un país acostumbrado a los escándalos de corrupción, no sorprende que este gobierno siga el mismo libreto. Lo que nos resulta nuevo es la rapidez, la magnitud y lo generalizado de este flagelo. 

En menos de un año de gobierno, hemos visto cómo Castillo y todo su entorno de poder, se ha visto involucrado en innumerables esquemas de supuesta corrupción. No pretendo hacer un listado detallado de todos los casos, ya que me tomaría más de un artículo, pero voy a mencionar algunos de ellos.

Los primeros casos salieron a la luz pública con los veinte mil dólares encontrados en el baño del secretario de Palacio, Bruno Pacheco. De forma casi paralela nos enteramos de las aparentes presiones que ejercía Castillo a través de Pacheco, para manejar los ascensos en las Fuerzas Armadas a oficiales que le eran cómodos al régimen. También nos enteramos de las supuestas presiones que ejerció Pacheco al jefe de la Sunat, Luis Enrique Vera Castillo, para presuntamente favorecer a empresas que tenían deudas con la institución.

Todo lo anterior se daba mientras Castillo se reunía de manera clandestina e ilegal a media noche en la casa del pasaje Sarratea, con empresarios que luego ganarían millonarias licitaciones con el Estado.

Por estos casos y otros más, el secretario general de Palacio, Bruno Pacheco, se encuentra prófugo de la justicia al tener una orden de captura en su contra. El sobrino de Castillo, Fray Vásquez, también presuntamente involucrado en estos casos de supuesta corrupción, se encuentra prófugo.

Luego nos enteramos a través de aspirantes a colaboradores eficaces, como Karelim López y Samir Villaverde, que una supuesta mafia presuntamente lideraba por Castillo y su ministro Juan Silva, habrían manipulado licitaciones desde el Ministerio de Transportes y Comunicaciones para supuestamente favorecer a sus “amigos empresarios” a cambio de “cien grandes”, según escuchamos en los audios que Villaverde entregó a la Fiscalía. Silva, también está prófugo.

Como si lo anterior no fuera poco, hemos visto a la cuñada del Presidente ofreciendo obras en Cajamarca como si se tratara de una funcionaria pública. Por supuesto, no nos podemos olvidar de la tesis presuntamente plagiada de Castillo y su esposa que según las investigaciones, tiene un 86% de plagio en el marco teórico y 43% de forma general.

Lo que más indigna de todo, es el silencio cómplice de rojos y caviares que prefieren hacerse de la vista gorda, con tal de no perder sus consultorías y cuotas de poder en el Gobierno. Todo ello mientras el pueblo sufre de una crisis económica, agravada por la ineptitud de los funcionarios públicos, que este gobierno ha colocado en todos los niveles del aparato estatal.

Les vuelvo a preguntar a los ‘cojudignos’ si, como ellos reclaman, todo esto será culpa de Keiko.

Les comparto una frase que anónima que encontré: “La izquierda es el camino… el camino a la pobreza, miseria, caos, fracaso y decadencia”.

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