La silla turca: las anclas

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El ser humano en libertad, hace uso de su libre albedrío. El ser humano analiza, decide y finalmente actúa. El libre albedrío que Dios nos dio, nos hace únicos en el mundo y la naturaleza.

En ese sentido, ninguna decisión y posterior acción, podría ser reprochable o cuestionable, pues nacieron de un acto que busca la felicidad o que se cumpla la voluntad de un ser humano.

Evidentemente están las leyes para determinar si las consecuencias de estos actos han afectado los derechos de otras personas.

Las consecuencias de nuestros actos también tienen una perspectiva especial, cuando se realizan bajo un cuadro clínico, donde aspectos psicológicos o psiquiátricos influyen de manera importante en nuestra conducta: demencia, depresión, etc.

Hoy quiero referirme a la permanente y continua lluvia de problemas y cuestionamientos que las personas llegamos a tener. Esa parte del ser humano que se ve abordada por las preocupaciones modernas, comenzando por: las económicas (si nos generamos los suficientes ingresos para subsistir, para pagar nuestras deudas, para afrontar tal o cual proyecto); las sociales (si nos sentimos a gusto con la pareja, si todo está bien con la familia, si no tenemos problemas con los hermanos, si los amigos se acuerdan de uno); los educativos (si podemos hacer frente a los estudios que nos enfrentamos, si los hijos tienen la suficiente voluntad y temple para seguir aprendiendo y destacarse); los de salud (si nuestros padres están bien y, de lo contrario, que sus males sean solo temporales, si nuestra salud está bien, si nuestros hijos podrán superar su condición médica); las laborales (si estamos próximos al ascenso, si no vamos a perder el trabajo, si el proyecto en el que estamos metidos los últimos cuatro meses caminará positivamente); y preocupaciones mas profundas (si soy aceptado o no por la sociedad, si lo que vivo es la felicidad, si escogí bien mi profesión por que puedo no sentirme bien, si no estoy viviendo una vida plena, si me estoy quedando sin tiempo, si siento que ya no tengo ánimos, etc).

Los expertos en navegación definen tres circunstancias cuando se debe anclar una embarcación: si se va a pasar la noche en aguas abiertas; o se va a tomar un descanso en determinado momento y, finalmente, cuando se busca refugio de una tormenta en aguas abiertas.

Llamo anclas a los motivos o ideas que te mantendrán firme en los momentos de indecisión, en los momentos de crisis, en los momentos de cambio y que harán que veas en ese periodo una luz al final del túnel. Verás esperanza en los momentos de infelicidad y paz en los momentos de intranquilidad, siendo lo más importante que estos motivos e ideas, en el extremo “nazcan” de ti, es decir que puedan ponerse en práctica aun sin la ayuda de familiares o amigos, porque finalmente, todas las decisiones nacen y mueren en uno.

Desde mi punto de vista tenemos varias opciones:

  • Una creencia: Como el suscrito, muchas personas tienen una fe religiosa. Esta fe nos ayuda a creer que Dios tiene un destino para cada uno de nosotros. Bajo esta ancla, podemos creer que los problemas que enfrentamos diariamente, son pruebas que nos pone Dios, para templarnos, para hacernos más fuertes y que tienen un designio. Eventualmente dentro de esta visión, mucha gente ofrece “su sacrificio” a Dios como prueba de fe, al pasar por estos problemas. De esta manera se aliviana el camino y nuestro andar por la vida, se hace llevadero.
  • La importancia de una familia: siempre el nexo con la familia que tengamos o formemos, nos dará serenidad para enfrentar los problemas. De mi experiencia personal, cuando he tenido un mal día, puedo llegar a casa y abrazar a mi pareja o a un hijo y sentir que los problemas no valen nada. Aquí quiero hacer una aclaración: no solamente a la familia como comúnmente la conocemos, también me refiero a los grupos de personas que también se consideran familia: amigos muy cercanos, amigos que elegimos como familia, parientes, etc.
  • La importancia de una pasión: tan simple como el amor a una afición que te da muchas satisfacciones permanentemente: algún deporte, tocar algún instrumento, desarrollar algún arte, etc.
  • La importancia de los valores: los valores que recibimos cuando niños o en nuestra formación, son como barreras que encaminarán nuestras conductas y definirán también nuestras decisiones. También cuando tenemos la oportunidad de formar gente, enseñarles con el ejemplo y luego la palabra, la práctica de los valores: puntualidad, respeto, responsabilidad, limpieza, etc. 

Desde aquí, mi deseo para que cada uno de nosotros sea fuente de confianza para aquellas personas que están enfrentando un problema y que vean en nosotros la posibilidad de compartirlo siendo el inicio de la solución.

Finalmente, nuestras oraciones para que el alma de Diego Bertie, descanse en paz.

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