El cuento del pollo

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Los discursos de los hombres contratados por la cabeza de una organización criminal, que ostenta investidura legal pero ilegítima, tienen todas las características de propaganda desprovista de principios éticos.

En efecto, personajes que han surgido del anonimato, ostentan el disfrute de los privilegios y prebendas que otorga el poder político, a pesar de cumplir roles ajenos a los asignados en la Ley Orgánica que rige para cada Ministerio.

La ciudadanía recibe, como mensaje permanente, la existencia de una “prensa basura” que desinforma a la población, y desde la incoherencia “conspicua” de las balbucientes expresiones del jefe de la cuadrilla, es adoctrinada contra los periodistas que vienen denunciando la escalada comunista encriptada en los actos de corrupción, instalada ya, en todas las instancias del aparato estatal.

Este es el resultado del balance de la gestión de más de medio centenar de sujetos que se turnaron para cumplir, en el tiempo récord de un año, con su cuota de destrucción de la institucionalidad de un sistema democrático, que agoniza ante la indiferencia y manifiesta complicidad, de cuarenta y cuatro -y quizá algo más-, escuderos infiltrados en el Congreso.

Si la cara de estúpido del hombre del cuento, fuera evidencia suficiente, este caso ya estaría resuelto, porque la negación como argumento de defensa ante los medios, es inconsistente, en correlación con la maniobra temeraria de la defensa técnica ad-hoc, que cuestiona las atribuciones del Ministerio Público, en un alarde de estrategia dilatoria para entorpecer las investigaciones.

Siempre, desde el punto de vista de la ética elemental, todo acto que implica daño está mal, y si el daño genera un silencioso genocidio perpetrado contra las poblaciones más vulnerables, el cuento del pollo acaba por convertirse en un relato verídico de terror, en concordancia con la lógica brillante de Noam Chomsky, en su discurso sobre el terrorismo estadounidense.

En esta línea, la inseguridad ciudadana, la retracción económica, el subempleo, la desprotección a la inversión privada, la satanización de la empresa privada, la amputación legal de tercerización del empleo, la guerra sórdida contra la minería legal y la tolerancia ilimitada de la expansión de las áreas de cultivo de coca, son “políticas de estado” que identifican la desastrosa, y por tanto inmoral, gestión del hombre del cuento del pollo…

Si el pollo está vivo… es gracias a que cuarenta y cuatro o algo más de congresistas no saben determinar, si es o no moral, la desnutrición a consecuencia del incremento de la pobreza, que aumenta la mortalidad de las poblaciones vulnerables, y baja las expectativas de vida de un pueblo.

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