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En reciente columna, dábamos cuenta de la ceremonia habida en el Congreso de la República, organizada por parlamentarios andinos para resaltar la naturaleza, origen, preparación y vida de nuestra actual constitución de 1993, casi ya treinta años.
Una de las más longevas y a juicio del autor de esta nota, una de las más calificadas, no solo por haber sido la herramienta y garantía para que el Perú se desarrolle, con más inversiones generadoras de trabajo digno y bienestar, sino que además es de buena factura.
Decimos esto ante la obstinación de los miembros del Partido que consiguió la conducción del Estado a partir del pasado 28 de julio, de cambiar la Constitución que nos rige.
El fondo es otro
Algunos creen que la oposición a una nueva constitución es por la forma como se pretendería realizarla, primero llamando a un referéndum para que sean los electores los que digan si queremos un cambio constitucional total o no y luego acometer el texto. Pues no, eso solo es la forma, pero el fondo es otro.
Si bien es cierto la actual Constitución señala claramente los dos caminos parlamentarios para hacerla, como son dos votaciones sucesivas en legislaturas ordinarias consecutivas con votación calificada, o una sola con votación solo mayoritaria seguida de referéndum confirmatoria, la oposición no es solo a la forma, sino al fondo, esto es que no existe motivo alguno para hacer nueva Constitución.
Precisando, el objetivo de la Constitución es señalar las grandes líneas conductuales y organizativas del Estado, con la meta que ella fije además las reglas de juego de convivencia entre los ciudadanos,
Así como entre ellos y los poderes públicos. Todo eso, ya está en la actual Constitución, por lo que no hay motivo alguno para su cambio.
Una Constitución
Por otro lado, los países que por lo general más se han desarrollado y mejores niveles de convivencia y de vida ha alcanzado su población, son los que han tenido menos Constituciones. Baste un ejemplo, el país más importante y poderoso del universo, que sin duda hoy en día en Estados Unidos de América (USA en inglés), solo ha tenido una Constitución con más de doscientos años de vida, aunque si con varias enmiendas, que no son otra cosa que modificaciones parciales.
Doctrina Constitucional
Cabe señalar además, que la Doctrina Constitucional enseña, que no se puede hacer una Constitución simplemente por voluntarismo o por que algún gobernante le da la gana, sino cuando existe un momento constitucional o constituyente, esto es cuando hay circunstancias históricas que lo reclaman o también gravísimas conflictividad en que para buscar consensos se pone sobre la mesa una tarea común, la que lleve a desterrar diferencias y buscar consensos para fijar las reglas de juego de la convivencia adecuada entre los ciudadanos.
Evidentemente, ni la forma en que se pretende abordar un cambio constitucional total, ni el momento para hacerlo son los adecuados, como tampoco lo es el mismo objetivo del cambio total, sustentado, en que hay que oír la voz del pueblo en un referéndum, porque ella es la voz de Dios. No señor, el pueblo en las elecciones del presente año, a la agrupación que pretendía el cambio constitucional, solo le dio el 18% en primera vuelta y 35% en segunda, lo que quiere decir, que la gran mayoría, esto es el 65% no quiere el cambio. Las matemáticas no mienten.
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