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La expresión en latín Vox Populi-Vox Dei, que literalmente se traduce como “la voz del pueblo es la voz de Dios”, tiene entre sus interpretaciones la que dice que la opinión del pueblo refleja la voluntad de Dios (en los procesos electorales los votos son la voluntad de la nación) y debe ser respetada. Sin embargo, para los comunistas e izquierdistas, esta voluntad debe ser respetada siempre y cuando esté alineada a sus intereses; de lo contrario encontrarán la manera de tergiversar los resultados, para adecuarlos a su conveniencia ya que según su pensamiento, “ellos son quienes saben lo que es bueno para el pueblo”.
El ejemplo más claro de lo expuesto anteriormente, se dio la semana pasada en Chile, a raíz del referéndum para aprobar o rechazar la nueva Constitución, redactada por la Asamblea Constituyente, elegida en mayo del 2021.
En un artículo anterior, expliqué brevemente acerca del proceso constituyente llevado en Chile por presión de los movimientos estudiantiles y de la izquierda, quienes organizaron violentas marchas de protesta en el año 2019. Ante este escenario violentista, la mayoría de partidos políticos llegaron a un acuerdo para realizar un plebiscito que consultaría al pueblo si querían redactar o no, una nueva Constitución.
El 25 de octubre del año 2020, se realizó dicho plebiscito marcado por un gran ausentismo, casi el 50% de la población no acudió a votar. Los resultados dieron que un 78% de los votantes aprobó la creación de una Asamblea Constituyente encargada de elaborar el nuevo texto constituyente.
Dos años después, el 4 de septiembre de este año, los chilenos volvieron nuevamente a las urnas para rechazar o aprobar el texto de la nueva Constitución. Luego de analizar el texto propuesto, la población chilena se dio cuenta del desastre que le aseguraba al país si es que era aprobado.
Para los que hemos leído dicha propuesta, la mayoría de sus 388 artículos, sabemos que su puesta en vigencia resultaría en la destrucción económica del “milagro chileno”. La nueva Constitución acabaría con las libertades económicas de Chile, que han sacado al país del subdesarrollo para colocarlo en la senda del primer mundo, ante la envidia de la mayoría de los países latinoamericanos. La propuesta izquierdista de la Asamblea Constituyente quiere un Estado intervencionista y gestor, al estilo de los países comunistas, con las consecuencias nefastas que todos ya conocemos: grandes déficit fiscales, escasa inversión privada, inflación, desempleo etc.
Si esto no bastara, la nueva Constitución propone la desaparición del Estado unitario chileno para convertirlo en un “Estado Plurinacional” donde cada pueblo tiene su propio sistema de justicia, derechos especiales para algunas minorías, entre otras “novedades”.
El resultado de dicho referéndum fue contundente. El 62% de chilenos rechazó la nueva Constitución. Con una participación de 13 millones de chilenos, poco más de ocho millones le dijeron al gobierno de Boric y a la izquierda, que no querían el nuevo texto que destruiría su país.
El gobierno de Boric aceptó los resultados, pero al mejor estilo comunista aclaró inmediatamente que ello no significaba el fin del proceso constituyente. ¿Por qué no me sorprende? Boric y sus aliados de izquierda, han “interpretado” a su antojo el proceso constituyente chileno y lo han adaptado a su conveniencia contraviniendo las leyes. Ellos seguirían en el intento hasta conseguir una nueva Constitución.
El artículo 142 de la Constitución de Chile, el cual fue modificado en el 2019 para llevar a cabo el referéndum, dice: “Si la cuestión planteada al electorado en el plebiscito ratificatorio fuera rechazada, continuará vigente la presente Constitución.” En otras palabras, fin del tema.
Si bien es cierto que en el plebiscito del 2020 el 78% de los votantes aprobó la creación de una Asamblea Constituyente para redactar una nueva constitución, ellos representaron solamente 5.9 millones de votos. En la votación de hace unas semanas, más de 8.05 millones de votos rechazaron la propuesta. ¿Con qué autoridad Boric quiere imponer su visión del proceso constituyente para volver a presentar otra propuesta si la primera ya fue rechazada? Lo más preocupante todavía, es que una parte de la oposición ha aceptado el juego de la izquierda ante las gravísimas consecuencias que ello representa.
Boric quiere llamar nuevamente a una nueva elección de la Asamblea Constituyente. La centroizquierda apuesta por reformar la Constitución actual al haber logrado reducir la cantidad de votos necesario en el congreso a cuatro séptimos del quórum. Mientras que la derecha parece que no tuviera claro el rumbo a seguir.
Mientras esto sucede, el pueblo es el que sufre. La inflación chilena se ubica en 13.1% interanual, la mayor desde 1994. El crecimiento estimado del PBI para el año 2022 es de 1.7%. Todo ello para un país acostumbrado a crecer a tasas anules en promedio de 6.47% durante los últimos 30 años y tener una de las tasas de inflación más bajas en América Latina.
La inestabilidad creada por las protestas estudiantiles, la Asamblea Constituyente y finalmente la elección de Boric como presidente, ha socavado la confianza de los chilenos en su propio país. Desde el año 2019 al 2021 salieron $ 24,300 millones de dólares, casi el 9% del PBI. En un hecho inédito en la historia moderna chilena, en el año 2021 salieron 62,910 nacionales del país del sur y el año 2022 la tendencia es similar.
Bajo este contexto es importante recordar las palabras de la dama de hierro, Margaret Thatcher: “Un comunista… cuando habla, miente. Cuando calla, encubre. Cuando tiene poder, roba y persigue a los que no piensan como ellos. Cuando no tiene poder, destruye. Así han construido su historia”. Esperemos que no sea la historia de Chile también.
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