

En el primer día del año, aprovecho esta tribuna del pensamiento, abierta y democrática, para hacer llegar un saludo a los pobladores y amables lectores, un saludo cordial y los mejores deseos de prosperidad para las familias peruanas, en este nuevo año que iniciamos. No es un periodo muy halagador, pero estoy seguro que el esfuerzo en la búsqueda de progreso nos elevara del sin sabor y la inestabilidad que vivimos, ya por varios años. El nuevo año, es un acontecimiento que siempre despierta esperanza, las expectativas de que las cosas mejoren, para el bienestar de todos los peruanos.
Recibimos el 2023, con el sentimiento colectivo, de que traiga nuevas posibilidades para el crecimiento económico, única posibilidad de mejorar los niveles de vida de la población. El Perú tiene grandes problemas por resolver, y para ello lo primero que se requiere es estabilidad, no se pueden solucionar los problemas si es que el país no entra a un periodo de calma. La responsabilidad de la clase política, en todas sus variantes, requiere de consensos y firmeza, que permitan la calma social.
Uno de los grandes problemas que debe resolver el país es elevar las condiciones de vida de la población y ese objetivo depende de la capacidad que tiene el país para producir los bienes y servicios que se demandan. Lo más importante es disminuir las enormes brechas sociales, y el grado de desigualdad que existe entre las diferentes regiones del país, que va acompañado de enormes urgencias para una verdadera descentralización económica, en el mediano y largo plazo.
Es muy cierto que el país tiene muchos rostros, capacidades y diferencias, los ingresos son bastante diferentes entre regiones, así lo vemos en Lima o el norte del país, el sur o el oriente, y esto se refleja en diferentes niveles de vida. Los que tienen mayores ingresos tienen acceso a mejor alimentación, mejor salud, educación, incluso esperanza de vida, que los que tienen menores ingresos. Estas diferencias solo se explican por los diferentes niveles de productividad, es decir, la cantidad de bienes y servicios producidos por puesto de trabajo. Allí donde es más alta las condiciones de vida son mejores y a la inversa donde es menor, las condiciones de vida de la población y la pobreza son más altas. La ruta está trazada el objetivo es crecer elevando la productividad del trabajo con ello se irán mejorando los ingresos de la población y para ello se requiere expectativas favorables, condición importante para la inversión productiva.
Con un respiro de fin de año cerramos el 2022, un año convulso y difícil por la inestabilidad política, que, sumados los dos años precedentes, afectados por la dura pandemia de la Covid-19, marcó un periodo difícil en la realidad del país, esta situación se expresa en la perdida de capacidades productivas, aletargamiento de la inversión, el empleo adecuado y los ingresos aun rezagados frente al año pre pandemia. La producción nacional apenas alcanza un crecimiento cercano al 3,0%, crecimiento al fin, en el año que se fue. La inflación cerró el año 2022, con una variación anual de 8,46%, en Lima Metropolitana, y de 8,56% de inflación nacional, fenómeno económico que afecta directamente al presupuesto de las familias, en un año de constantes conflictos, las condiciones de vida de la población, definitivamente no han mejorado.
El año 2023, emerge sin un halo de calma, esperamos equivocarnos, y que el deseo de la mayoría de peruanos se haga realidad: estabilidad, crecimiento económico y menor pobreza.