Los desastres climáticos que (casi) hemos resuelto

La cifra de afectados por el cambio climático ya asciende a 1.700 millones de personas en todo el mundo, según los últimos datos. Sin embargo, también podemos encontrar algo de optimismo en el desafío de la crisis ambiental: en las últimas décadas hemos frenado algunas catástrofes gracias a la cooperación internacional.

Los problemas provocados por las agresiones al medio ambiente ya han afectado a un total de 1.700 millones de personas en todo el mundo. Así lo refleja el Informe mundial sobre desastresun análisis publicado por Cruz Roja que pone de manifiesto cómo los impactos del cambio climático ya están devastando vidas (y solo empeorarán si no se toman medidas inmediatas y decididas).

El aumento exponencial de las temperaturas, las sequías y los fenómenos meteorológicos extremos pueden llevarnos a alcanzar un punto de no retorno si no tomamos cartas en el asunto. No obstante, también necesitamos optimismo para seguir trabajando en el cumplimiento de las metas marcadas por la Agenda 2030 (cuya fecha de caducidad cada vez está más cerca). Porque aunque parezca que ya es tarde, lo cierto es que las últimas décadas también nos han dejado ejemplos de algunos logros medioambientales que hemos alcanzado cuando hemos arrimando el hombro internacionalmente. Estas son algunas de ellas.

Lluvia ácida

Década de 1980. Los peces están desapareciendo de los ríos de Escandinavia, los bosques están muriendo en varias partes de Europa y las aguas de varios lagos de Norteamérica, desprovistas de vida, se han vuelto de un azul horripilante. El denominador común: las nubes de dióxido de azufre que producen las centrales eléctricas al quemar el carbón que viajan por el aire y acaban descargando lluvia ácida sobre los terrenos de todo el mundo.

Cuatro décadas más tarde podemos decir la lluvia ácida es un problema del pasado en Europa y Norteamérica, aunque sigue existiendo en países asiáticos

Ante la advertencia de los expertos del riesgo de la lluvia ácida y su procedencia, los Gobiernos se pusieron las pilas. Estados Unidos, para empezar, aprobó una Ley de Aire Limpio que estableció un sistema de límites máximos, brindando a las empresas un incentivo para reducir las emisiones de azufre y nitrógeno. Cada año, el límite se redujo hasta que las emisiones cayeron drásticamente.

Los países europeos también tomaron cartas en el asunto, comprometiéndose a establecer medidas de inversión de hasta dos billones de euros anuales para evitar este fenómeno. El resultado: cuatro décadas más tarde podemos decir que el de la lluvia ácida es un problema del pasado en Europa y Norteamérica, aunque sigue existiendo en países asiáticos. Para el científico canadiense John Smol, la intervención contra este fenómeno fue una historia de «éxito», lo que demuestra que los países pueden unirse y enfrentar un problema de manera internacional.

El agujero de ozono

1985. Científicos del British Antarctic Survey (BAS) alertan al mundo sobre un gran agujero en la capa de ozono en la Antártida. Aunque esta sustancia había estado disminuyendo desde 1970, la alarma mundial no llegó hasta que el agujero cubrió todo el continente. Para tratar de luchar contra él, en 1987 los líderes mundiales firman el Protocolo de Montreal, aclamado como uno de los tratados ambientales más exitosos de todos los tiempos.

La NASA calcula que, al ritmo actual, el agujero en la capa de ozono se cerrará en 2070

Los principales causantes del daño en la capa de ozono eran los clorofluorocarbonos, gases de efecto invernadero más conocidos como CFC, que se empleaban en objetos tan cotidianos como un desodorante de spray o una nevera. El tratado hizo que se eliminasen gradualmente estos productos químicos.

Desde entonces, este gran agujero antártico en la capa de ozono se ha ido reduciendo. Eso sí, la vigilancia en esta zona tiene que ser constante, ya que no es estático: entre agosto y octubre aumenta su tamaño, alcanzando su cobertura máxima entre los meses de septiembre y mediados de octubre. Ahora, de hecho, los científicos lo observan más de cerca, ya que en 2020 alcanzó un tamaño máximo de 25 millones de kilómetros cuadrados debido a la reducción del frío polar. La NASA calcula que, al ritmo actual, no llegará a cerrarse hasta 2070.

El plomo en la gasolina

Año 1992. Se comienza a añadir plomo a la gasolina con el fin de mejorar el rendimiento de los motores. La proliferación de vehículos que emplean este combustible trae consigo riesgos para la salud y el medio ambiente al liberar partículas de plomo al aire por el tubo de escape. Estos restos de metales se inhalan provocando enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares o cáncer. Del mismo modo, su liberación contamina el aire, el suelo, el agua potable y los cultivos.

Ante estos peligros, Estados Unidos apartó con la Ley de Aire Limpio este tipo de combustibles y el Parlamento Europeo prohibió este tipo de gasolina en sus países a partir del 1 de enero del 2000. El fin definitivo no llegó a todas las estaciones de servicio hasta el año pasado, cuando Argelia se convirtió en el último país en suministrarlo.

* Tomado de Ethic, escrito por Fran Sánchez Becerril