Semper Fidelis
In Memóriam Jorge Morelli

Esta alocución latina, con la que finalizaban sus intervenciones los senadores en la antigua Roma, describe con cabalidad a Jorge Morelli Salgado, miembro fundador de Café Viena. Y por ello vamos a usarla en la sección de homenaje semanal -los domingos, día en que reproducíamos en este portal las columnas que publicaba en su blog- a un peruano excepcional, que nos dejó prematuramente. Miembros del comité editorial de Café Viena comentaremos sus certeros análisis, ora económicos, ora políticos.

Coqui, como lo llamábamos quienes tuvimos el privilegio de disfrutar de su amistad, tenía el ojo de águila del historiador y el oficio del periodista ducho en interpretar el momento para plasmar, en no más de quinientas palabras, lo más relevante del acontecer político y económico en el Perú y el mundo. Su Media Columna, como la bautizó, era, en el argot periodístico, pura pepa, carne sin hueso.

Por su dinámica, el periodismo suele ser fugaz. Coqui no dejaba de expresar, constantemente, su admiración ante el hecho de que en un diario, en cuestión de horas, se empezaba de cero para dar cuerpo a un contenido que al día siguiente pasaba al archivo,  y a empezar de nuevo.

El periodismo, como Sísifo, llega a la cumbre cargando la pesada piedra de las noticias para luego verla rodar cuesta abajo, una y otra vez. Son pocos los privilegiados que pueden romper esa maldición inexorable y permanecer en lo más alto para desde allí alumbrar, cual faro, a quienes estamos abajo. Coqui era uno de ese puñado de iluminados que a diario podían separar el trigo de la paja y situar en su justa proporción lo relevante de cada acontecimiento político y económico.

Y ello era posible porque a su enorme bagaje intelectual Coqui sumaba un conocimiento profundo del Perú y su gente, adquirido no desde la torre de marfil del pensador  sin compromiso, sino de haberse literalmente ensuciado los zapatos recorriendo el país al que tanto amaba. A lo que deberíamos sumar una cualidad escasa en estos tiempos de globalización salvaje, inteligencia artificial y mercado a cualquier precio: empatía. Coqui era empático, y eso le permitía ver las cosas desde otra óptica. Ya lo dijo Kapuściński: “Para ejercer el periodismo, ante todo hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas” (ni economistas, ni analistas, añadiríamos).

Como ese otro Morelli, el filósofo imaginado en Rayuela, Coqui abominaba de cualquier cosa exaltada a llave del reino, a bala mágica. Como ese Morelli tan admirado por Horacio Oliveira, protagonista de la novela río del magnífico cronopio que fue Cortázar, Coqui sabía que la política, la economía, el mundo, es una figura que debemos aprender a leer.