La zozobra del presente

Mira la fiera borrasca

Que pasa en el mar del pecho,

Donde zozobran turbados

Mis confusos pensamientos.

Sor Juana Inés de la Cruz

 

 

La modernidad ha envejecido de manera extraña, dice Dorian Astor en su libro “Nietzsche: La détresse du présent”, publicado por Gallimard en 2014. La traducción castellana que descubrí en uno de mis primeros días en libertad en una Lima encuartelada parece haber intuido los tiempos que el 2014 no habría sabido entender. El traductor al español (Jordi Bayod) no traduce ¨détresse” por angustia o ansiedad , sino por una palabra más antigua y más profunda: Zozobra.

La zozobra viene del lenguaje marinero y revela una forma muy particular de la existencia nomádica de ese pueblo entregado al mar y a sus escollos. Es, originalmente, la sensación que produce un barco al hundirse. Literalmente es sentir que no hay piso firme bajo nuestros pies, es perdida de equilibrio en tanto que el entorno nuestro se hunde o está en peligro de hundirse.

La palabra ¨détresse¨, llevada por los conquistadores normanos a las islas británicas y convertida allí  en la popular ¨distress¨ anglosajona que aparece cada vez que Wall Street se desmorona, es menos fuerte, menos existencial, pero comparte con ¨zozobra” esa sensación de miedo y angustia antes del pánico. Cuando la Bolsa de Nueva York entra en pánico, ya dejó el “distress”, ya dejó la racionalidad atrás y se comporta dentro de los parámetros de un primate que es víctima de un depredador y solo le queda la huida desesperada hacia la nada de la estepa africana, un millón de años atrás.

Y esa zozobra es lo que parece definir nuestro presente.

En la perspectiva del grumete medieval, el vaivén irregular, amenazante de la embarcación, el peligro latente, aún no inminente, la pérdida de la pisada firme, le producen zozobra, que no es preocupación o inquietud, aún no es pánico, pero las aguas entran ya en la embarcación, las olas son gigantes, aunque el barco resiste, cruje, se hunde y vuelve a flotar. El Nuevo Testamento cuenta la historia de Jesús y sus discípulos cuando al cruzar el lago de Galilea se enfrentan a una terrible tormenta que amenaza con destruir la frágil barca, mientras Jesús dormía sin tomar noticia alguna del peligro. Los discípulos en su miedo lo despiertan: “Maestro, maestro, nos hundimos” dice la Biblia de Jerusalem. El original griego usa un verbo que se remonta a Homero, apollumi, para denotar la cercanía de la muerte. La versión alemana es más directa: “Wir gehen zugrunde”. Maestro, caemos al abismo. La zozobra se devela como la pérdida del equilibrio, la cercanía del abismo.

Es quizás nuestra condición humana, el hecho mismo de andar en dos pies lo que nos hace tan sensibles al equilibrio y a su pérdida. Abyssum Abyssus invocat, canta el Salmo en la Vulgata. El abismo nos llama. Quizás en estos tiempos de zozobra no es la pandemia lo que nos inquieta, sino esa pérdida del equilibrio, que nos recuerda que somos del abismo y el enfrentarlo es nuestra condición humana.

* Vicepresidente de Siemens